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Personajes de Blancanieves

 La reina hechicera


Antes de su llegada al castillo donde vivía Blancanieves, la hermosa madrastra habitaba un reino lejano, hija de un rico monarca que malcrió a la heredera dándole todo cuanto pedía.

Desde pequeña fue consentida y malhumorada, siempre demostró desprecio por los sirvientes y adoraba vestir con hermosas telas, bañarse en aguas perfumadas y oler a fragancias que le traían de remotos lugares, algunas veces, incluso con perfumes hechos exclusivamente para ella.

Al pasar de los años, aunque todavía joven y lozana ya demostraba temor de verse rodeada de gente vieja y hacía imposible la convivencia de cualquier mujer hermosa que viviera en palacio.

Sus damas de compañía eran por decirlo de alguna manera, feas, con lo que su hermosura y gracilidad todavía destacaban más si se cabe.

Se hizo rodear de gentes interesadas que alababan su hermosura, de expertos en telas y peinados y de curanderos y sabios que tenían que buscar por donde fuera remedios que eliminaran grasas de su cuerpo, pecas que le horrorizaban y granos o cualquier imperfección que viera en su estilizada figura.

Por pe o por pa, la princesa no se había casado, ni pretendía hacerlo, ni deseaba, ni quería, ni se le pasaba por la cabeza, solo de pensar en su vientre hinchado, las deformaciones que un embarazo causa en el cuerpo de una mujer le horrorizaban sobremanera.

Como es natural su padre insistía cada día en el matrimonio, era heredera de un trono y no podía permanecer en esas fantasías.

Su afán y empeño en la belleza y cuidados corporales se volvieron con el transcurso de los años en algo obsesivo.

Despedía a los consejeros cada dos por tres, tus remedios no sirven papanatas de poca monta, mira, mira esta arruga que me está saliendo, decía mostrándo una ligera línea de expresión en la comisura de los labios, a esto le llamas tú belleza? bah, fuera de mi presencia.

Un buen día una de las mucamas al verla triste y cabizbaja le recomendó visitar en las profundidades del bosque a un hechicero que según decían las malas lenguas  hacía verdaderos milagros, a una tía suya que había sufrido de viruelas le compuso la cara.

Se encaminó al lugar y allí descubrió por primera vez la magia oscura, se hizo asidua visitante de aquel antro y un buen día el hechicero le mostró el espejo.

Qué me estás mostrando viejo achacoso? algo que os maravillará majestad, un espejo con un reflejo inusitado, ved, ved vuestro rostro y figura pareciera que hay otra de vos enfrente.

Oh, es cierto, por una vez no me engañas, de dónde has sacado ésta maravilla? dijo mientras se contemplaba para descubrir alguna imperfección en su cuerpo.

Eso no es todo, majestad, preguntadle algo, vamos, 

Me estás tomando el pelo harapiento mugroso?, 

Vamos majestad os sorprederá todavía mas. 

Hum, a ver qué día es hoy? martes, contestó el espejo, ella se quedó aturdida.

Majestad preguntad algo mas profundo, este espejo está encantado, tiene un genio encerrado en su interior responderá con toda veracidad a cuanto le preguntéis.

Ella sonrió, a ver espejo, dime, soy hermosa? Eres la mas hermosa del reino.

Lo quiero! dijo al instante.

El hechicero y ella discutieron un buen rato, regateando por el precio del espejo, con amenazas por parte de ella, con disculpas y alabanzas hacia el espejo ofrecido por parte de el, al final llegaron a un acuerdo.

Hizo llevar el espejo a palacio y lo instaló en un cuarto contiguo a sus aposentos, todas las mañanas entraba al cuarto y se deleitaba frente al mismo, luego le preguntaba: dime espejo, soy hermosa? eres la mas hermosa, le contestaba el espejo, y así, día tras día.

Una buena mañana el rey, su padre. entró de sopetón en la habitación cuando todavía estaba en cama y le dijo muy furioso, levántate y ponte tus mejores galas, haz que te peinen y úntate la cara con esas cremas y ungüentos que tienes,  hoy vendrá a comer el rey que ya nos ha visitado en otras ocasiones, su mujer ha fallecido ha varios meses y por mi estirpe que te he de casar con él.

Ella no quiso contestar, nuevamente su padre le molestaba con eso del matrimonio, se levantó y se dirigió al cuarto del espejo.

Dime espejo, soy hermosa? eres la mas hermosa, la mas hermosa del palacio? la mas hermosa de todas, sonrió satisfecha, dime, sabes algo del futuro? hoy vendrá un pusilánime rey extranjero y mi padre desea casarme con ese remedo de hombre, el espejo tardó un poco en contestar y luego le dijo: es viudo el rey, tiene una hija pequeña, su nombre es Blancanieves, vive alejado del reino, no soporta el recuerdo de su difunta esposa.

Ante la respuesta del espejo, pensó rapidamente que si eso era tal cual, viviría libre, teniendo una heredera no le molestaría queriendo tener hijos y lejos de su padre y siendo su futuro marido tan melancólico lo podría manejar con facilidad, ya lo había observado en otras ocasiones y no le parecía de carácter fuerte, mas bien era de esos "perro ladrador, poco mordedor".

Se vistió muy elegante y a la vez sensual, se peinó con larga melena y acudió al banquete ofrecido.

Cameló al rey y lo enamoró haciendo que se quedara durante varios días en el castillo como huésped, dieron largos paseos, montaron a caballo y por fin el deseado matrimonio se llevó a cabo con toda pomposidad.

Tardaron poco en irse a vivir al reino de su nuevo esposo, llevó consigo el espejo, en su nuevo hogar no tardó en poner órden en cuanto a sirvientas, le presentaron a la pequeña Blancanieves y luego de darle una ligera caricia en el rostro hizo que se la llevaran de su presencia alegando cansancio, no volvió a verla hasta años después.

El padre de Blancanieves se desencantó pronto de su nueva esposa, nunca estaba dispuesta, siempre tenía dolor de cabeza, malestar o incomodidades varias que hacían imposible la vida marital, luego estaba el continuo trasiego de modistas, peluqueras, vendedores de telas, zapatos, perfumes y su mujer salía continuamente a visitar lugares poco recomendables con la finalidad de encontrar pomadas, esencias, bebedizos que mantuvieran a raya la vejez.

Dado su escaso carácter se alejó cada vez mas de sus dominios, las pocas veces que regresaba ni preguntaba ni pretendía ver a su nueva reina.

La madrastra poco a poco fue tomando las riendas del palacio, ni se metía en asuntos de estado ni lo pretendía, se preocupaba por la belleza propia, del cuidado de las habitaciones y decorados y mantenía alejada a cualquier mujer que pudiera ofuscar su belleza.

Cuando aquella mañana el espejo le informó de la existencia de una mujer mas hermosa que ella y al ver que sus soldados no encontraron a nadie, decidió ir en persona a buscar esa beldad.

El bebedizo dado por el hechicero hirió mucho su cuerpo, sin embargo no encontró lo que estaba buscando, tardó días en recuperarse de aquellas dolencias, al sentirse recobrada por fin y volver a escuchar las mismas palabras ante el espejo se enfadó sobremanera.

Blancanieves? pensó totalmente confundida, cuánto tiempo hacía que esa niña le había sido presentada? tanto tiempo había pasado?

Mandó que se la trajeran y al verla entrar quedó muda ante la belleza de la muchacha, fingió interesarse por ella y mientras la chica contestaba a sus preguntas, ella maquinaba formas de deshacerse de la hija de su escuálido marido.

Primero pensó en que sus esbirros hicieran el trabajo como en otras ocasiones, pero recapacitó pronto ante su primera idea, la heredera al trono tenía seguidores en palacio y podrían causarle problemas así que rapidamente pensó en otra solución, un cazador de entre los sirvientes le podría servir.

Lo obligó a que trajera sus hijas a palacio, si no cumplía el mandato tendría forma de presionarlo con la vida de ellas.

Ordenó al sumiso cazador llevar a la chica lejos, matarla y para asegurarse de que había cometido su órden le entregó una arquita en la que debía traer el corazón de Blancanieves como prueba.

Al recibir el corazón de Blancanieves por parte del cazador sintió gran alivio, sonrió satisfecha y aunque demostró un ligero toque de arrepentimiento por la muchacha, enseguida sacudió la cabeza ahuyentando semejante pensamiento de su mente.

Muchó se enfadó al saber por parte del espejo que su hijastra seguía viva en casa de los hombres mineros, buscó al cazador para ponerle las peras al cuarto, nadie se burlaba de ella.

Arremetió contra todos en la cocina al saber que el susodicho había huído y nadie sabía su paradero.

Buscó entre sus pociones algo que ayudara a poner fin al asunto de Blancanieves.

Volvió a tomar aquel brevaje asqueroso  retorciéndose de dolor, una vez convertida en anciana se encaminó a la casita del bosque.

Encontró a la chica aun mas hermosa que antes, al ver que comía la manzana envenenada sonrió malignamente y si no hubiera sido por aquellos malditos hombrecillos ya tendría el corazón de Blancanieves en sus manos.

Por fin sabedora de que esta vez había muerto se dedicó nuevamente a la rutina del espejo.

Cuando recibió la invitación a la boda real nunca imaginó poder encontrar a su hijastra nuevamente con vida y menos como la protagonista de la boda, en cuanto logró verla, su mente comenzó al instante a maquinar formas de deshacerse de aquella muchacha, de alguna manera todos los fracasos en el intento de matar a su hijastra se convitieron en otra nueva obsesión.

Nunca pensó que podrían apresarla, ni imaginó verse encerrada en una celda húmeda y oscura, allí metida, sin ropajes de lujo, ni cremas, ni perfumes, su belleza poco a poco fue sucumbiendo al paso de los años, se alejaba de cualquier reflejo que pudiera mostrarle su cuerpo achacoso y herido de aquella poción que había tomado para convertirse en vieja.

Murió olvidada por todos, su nombre nadie lo recuerda salvo para mencionarla como la madrastra o como la reina hechicera.

 


El Padre de Blancanieves

 

Su reino era rico en caza y bosques que suministraban alimento y madera, las tierras eran fértiles, las cosechas proveían pan y harina suficientes para su pueblo y aun podían vender a reinos vecinos lo sobrante.

Había casado con una buena mujer de su corte que lo amaba y hacía funcionar el país en sus largas ausencias.

Se podría decir que era un poco fantasmón, en las cenas palaciegas comentaba combates, heroicidades y largas persecuciones de caza detrás de un venado, lobo o incluso algún que otro oso del que presumía abiertamente haber matado cuchillo en mano él mismo.

Otra cosa se comentaba en las cenas de la soldadesca que lo acompañaban en sus incursiones.

De carácter pusilánime si no fuera por haber nacido de rey hubiera sido un hombre cuálquiera, de esos que comentan en las tabernas luchas y hazañas que nadie cree.

Mucho sufría por no tener descendencia, su mujer aunque buena y cariñosa, no le daba herederos, sin embargo suerte había tenido en casar con ella pues manejaba la corte magníficamente quitándole ese pesar y responsabilidad.

Cuando le anunciaron que próximamente tendría un heredero aceptó a regañadientes por parte de sus consejeros quedarse en palacio hasta el nacimiento del mismo.

Vaya, le nació una niña y no un chico como esperaba él y toda la corte, aunque en sus dominios siempre habían sido los hombres los únicos con derecho a llevar el trono, había escuchado que en Castilla gobernaban las mujeres sin problema, su propia esposa había llevado el reino con sabiduría, si educaban correctamente a Blancanieves le quitaría esa responsabilidad de encima.

Tardó poco y nada en volver a sus viajes, podría decirse recreativos tras el nacimiento de su hija.

Visitaba reinos remotos, hacía grandes negocios con otros reyes pues efectivamente sus tierras eran muy productivas y para eso sí que era bueno, negociaba con estilo y ganancias para su bolsillo aunque tenía el don de saber proporcionar a los campesinos, vinateros, leñadores y gentes humildes en general de compartir con ellos los réditos que proporcionaban sus negociaciones, con lo que mantenía a sus plebeyos contentos y trabajaban a gusto.

No es que fuera mal monarca, pero su espíritu distaba mucho de ser real, si viviera en otra época podría considerarsele un hombre de negocios que vive alegremente la vida.

La muerte de su reina lo hizo entrar en una gran depresión, por tal suceso tuvo que quedar en palacio largo tiempo y sin sus cacerías y negociaciones el ánimo se le decaía de ver un ambiente aburrido, tedioso y contínuo día tras día.

Logró encontrar a buenos ministros de confianza que atendían bien los asuntos de estado, llevaban cabalmente las cuentas en magnífico órden y una vez conseguido eso retornó a sus salidas, largas y continuas.

Sobre su hija Blancanieves, si, la visitaba de cuando en cuando, la amaba, le encantaba ver sus juegos y disfrutaba con sus besos y caricias, sus preguntas sobre esto y sobre aquello, pero no tenía paciencia para estar con ella mucho tiempo.  Había encontrado a unas mujeres instruidas y cariñosas que la cuidaban y enseñaban como una princesa merece.

Nunca pensó que en aquel viaje encontraría nueva esposa, ya había estado anteriormente  en dicho reino y se había fijado en la hermosa heredera, sin embargo aunque lista, despabilada e inteligente siempre le había parecido frívola, poco interesada en hombres, y un tanto oscura en su mirada.

En ese viaje su opinión cambió totalmente, la princesa se mostró amable, dulce, simpática, alegre, le enseñó un encanto que no había visto en ninguno de sus anteriores encuentros.

Dieron largos paseos, cabalgaron juntos y se alejaron mucho del castillo, en la soledad podían hablar largamente y en esa mujer encontró cariño, comprensión, mucha cultura y sabiduría en todo cuanto le decía.

El matrimonio se celebró por todo lo alto, como corresponde a un rey que contrae matrimonio.

Pocas semanas después llevó a su hermosa esposa a palacio, buf, la cantidad de baúles, muebles, cestos que cargaron en carruajes, se llevó consigo la nueva reina un enorme espejo al que le tenía gran afecto.

En su nuevo hogar pudo comprobar la inteligencia y gran poder de dominio que tuvo al momento su mujer.

En varias semanas puso el palacio en órden, se supo dar su lugar entre tanta gente desconocida, sin lugar a dudas buena elección había hecho al tomarla por esposa, otra cosa resultó la vida de marido y mujer, la nueva reina  siempe tenía dificultades de salud, al principio no le dio tanta importancia pero con el transcurso de las semanas comprendió que no gustaba ni un poco de su compañía.

Como ya se dijo era de poco carácter este hombre y al ver que las cosas de palacio ivan, las cosas del reino también, sin buscar peleas y discusiones emprendió de nuevo sus viajes y largas ausencias.

Volvía de cuando en cuando pero con cada vuelta su mujer se había vuelto mas hermosa pero mas osca y llenaba la corte de vendedores varios, perfumistas, sastres, tejedores... otros tenían verdadera apariencia de gentes de mala catadura, que al hacerse enterar le informaron de ser yerveros, curanderos y gentes que cultivaban malos hábitos de remedios poco recomendables.

Según le informaron las cuidadoras de Blancanieves, la nueva madrastra poco interés mostró por su hija, por no decir ninguno.

Eso lo entristeció, pensaba que su nueva esposa algo de cariño aunque fuera leve por su hija podría demostrar, Blancanieves era dulce, cariñosa y muy amable en el trato, no se podía decir que fuera una niña consentida y pedante, todo lo contrario.

Tristemente él tampoco dispuso tomarla mas en su compañía dejó a su hija allí rodeada de aquellas buenas mujeres que por ventura la querían y educaban correctamente, pero de amor padre hija poco y nada disfrutó la pequeña.

En uno de esos viajes le informaron de la penosa muerte de la pequeña Blancanieves, cuántos años tenía ya? pensó en ese momento, catorce? quince? ni siquiera recordaba la edad de su hija.

En esos momentos tristes recordó la esposa que siempre lo quiso y que le había dado heredera, ahora ambas habían desaparecido.

Se sumió en una profunda melancolía y al poco murió podría decirse de tristeza.

La noticia llegó a palacio y se hicieron los honores pertinentes a la muerte de un rey, los funerales fueron seguidos por todos sus súbditos, levantaron un gran mausoleo en su honor, mas pasados unos días de luto donde todos hablaban maravillas de, nadie volvió a recordarlo.

 

 

El Genio del espejo


El espejo que poseía la reina embelesada con su belleza y que compró a gran precio al hechicero del bosque fue hecho en las tierras del levante español, con arenas muy finas de aquel lugar, lo que le concedía un reflejo nada normal en aquellos tiempos cuando todavía no se había perfeccionado la elaboración de espejos.

Como todos sabemos los musulmanes conquistaron la península ibérica y la habitaron por espacio de 800 años, los pueblos cristianos mantuvieron guerras durante esos siglos de permanencia musulmana en territorio peninsular con la finalidad de reconquistar nuevamente el país.

Durante esos 800 años las culturas, costumbres, y razas se fueron mezclando y asimilando unas con otras, si alguna vez visitáis lo que hoy es España podréis comprobar tanto en los rasgos de su pueblo como en su arquitectura, comida y carácter, muchas similitudes con los pueblos árabes que fueron los que vivieron en esas tierras tanto tiempo.

Esto es necesario explicarlo pues los genios o djins son seres fabulosos de la cultura islámica.

No se sabe la edad del espejo de la reina, ni quien lo fabricó, lo que si se sabe es que algún mago muy, muy poderoso logró encerrar dentro del espejo al genio.

Los genios son seres también muy poderosos, pero si se les logra vencer bien sea con poderío o por engaños se ven obligados a obedecer a quienes los derrotan.

Este genio que habitaba dentro del espejo tampoco se sabe desde cuando lo hacía o por qué quien lo encerró en el mismo le obligaba a decir siempre la verdad.

Se sabe que los genios encerrados en objetos tienen la obligación de conceder deseos a quienes poseen el utensilio que los mantiene prisioneros, pero en el caso del genio del espejo su única obligación era decir la verdad a quien le preguntara.

Como seres invisibles que son, los genios también pueden engañar y engatusar a sus por decirlo de alguna manera, amos, para que los liberen de su encierro y así vuelven a ser libres.

Tal vez por eso es que el genio respondía día sí y día también a la misma pregunta de la reina sobre su hermosura, el empeño del genio en alabar la belleza y gracia de la mujer era aumentar el ego de su dueña con la finalidad de que en algún momento lo liberara.

Imaginemos lo aburrido que tiene que ser vivir durante años y años en un objeto, sin tener conversación con nadie, sin poder ver mas mundo que en este caso la habitación en que ubicaban el espejo.

Ciertamente la reina y su pesada pregunta sobre su hermosura desquiciaban al genio que en mas de una ocasión tuvo la idea de mandarla a freir esparragos, pero ya dijimos que obligatoriamente debía decir la verdad, y la verdad es que la reina era hermosa.

La reina no solo preguntaba sobre la belleza, a veces, solo a veces preguntaba sobre ideas que le venían a su obsesionada mente, o sobre hechiceros o magas que pudieran ayudarla con su desmedido afán de hermosura.

Por ello los criados y soldados escuchaban risas y conversaciones con tono sutil cuando entraba en el cuarto del espejo.

Genio y reina mantenían ligeras conversaciones en las que siempre el habitante del espejo terminaba dándole a su dueña masaje verbal para camelarla.

Pocas veces había visto el genio tan enfadada a la reina como cuando le nombró a Blancanieves, temió que en ese arrebato pudiera destrozar el espejo y con ello condenarlo eternamente a vivir en algúno de los pedazos que quedaran.

Desde ese día en adelante cuidó mucho en nombrar a la muchacha, supo que el cazador no había matado a la chica y que ella se había refugiado en la casita de los hombrecillos mineros, pero sutilmente habló a la reina de su belleza, Blancanieves estaba lejos del palacio, en los confines del reino y era como si realmente hubiese muerto.

No pudo continuar con el engaño al saber que los rumores sobre la hermosa joven del bosque llegaba poco a poco a palacio.

Le informó a su dueña sobre el paradero de la chica y tardó en volver a verla.

La mañana en que la reina retornó a preguntar por su belleza, hacía tiempo que no venía, y ese día la encontró bastante demacrada.

Ante la pregunta, no pudo menos que responder, efectivamente la muchacha había muerto, estaba metida en un ataud de cristal y los hombrecillos la habían dejado en un hermoso claro del bosque, cercano al río en su camino a las minas, todas las mañanas dejaban flores a los pies de la urna, rezaban unas oraciones y seguían su ruta, aunque todo esto último no lo contó, para qué? pensó el genio, lo único que le interesaba a la reina era saber si seguía siendo hermosa, el monotema de esa mujer era la hermosura, los remedios para alejar la vejez y más nada.

Un buen día dejó de venir la reina.

El cuarto no se volvió a abrir y el espejo con el genio dentro quedaron allí olvidados.

Dicen que el palacio todavía existe, así que si aun sigue el espejo donde lo dejó la reina habrá que esperar a que otro dueño o dueña le pase por la mente preguntarle algo a un espejo, cosa que raramente ocurre.

Como los genios son eternos, allí aburrido estará este genio del cuento.



Los hombrecillos de la casita del bosque

 

El trabajo de minero siempre ha sido duro, los mineros por lo general viven pocos años, respiran muchas partículas de lo que sea que le extráigan a la tierra, laboran en oscuras profundidades con poco oxígeno y reciben escasa luz solar que sabemos nutre y fortalece el cuerpo.

Es dañino y peligroso en nuestros días imaginemos lo que sería trabajar en ese oficio tiempos atrás, cuando no había los adelantos de ahora.

Los siete hombrecillos que generosamente acogieron a Blancanieves no eran de baja estatura por naturaleza es decir no sufrían de enanismo, sino que por aquellas épocas las gentes humildes comían poco, mal y si acaso una vez al día.

Eso hacía que sus huesos no se formaran adecuadamente, tenían bajas defensas y las enfermedades mellaban en la población continuamente, sin hablar de que cualquier variedad en el clima hacía todavía mas dificil el vivir, comer y salir adelante.

Eran un grupo de carácter variado que decidieron convivir juntos en aquella casita alejada en el bosque pues estaba relativamente cerca de la mina.

Cada mañana, muy, muy temprano salían a su faena y regresaban tarde, cuando casi había oscurecido.

Tenían efectivamente poco ánimo de mantener limpia u ordenada la casa que les servía de dormitorio casi que unicamente.

En esos tiempos no había vacaciones, fiestas u horarios para los trabajos.

Se turnaban para medio asearse, limpiar, lavar la ropa, y hacer la comida.

Su vida era monótona, aburrida y falta totalmente de sabor.

Ni se enteraban de lo que ocurría en el mundo, ni les interesaba lo mas mínimo.

Raramente se acercaban al pueblo y su mundo se limitaba a la mina y la casita del bosque.

Aquella tarde cuando encontraron a la muchacha dentro de su hogar mucho les sorprendió.

Era una joven de finos modales, educada, bien vestida y muy bella no solo en su rostro sino que además reflejaba dulzura y amabilidad, se le notaba asustada.  Cuando les contó su drama no hizo falta reunirse para saber si Blancanieves se quedaba o no con ellos en el hogar.

De camino a la mina en mas de una ocación meditaban sobre la posibilidad de que la chica fuera encontrada por la reina o que oyera rumores de que estaba con ellos allí refugiada y de las terribles consecuencias que eso les traería, pero enseguida llegaban a la conclusión de que no podían despedir a la pequeña Blancanieves para dejarla a su suerte con los peligros de andar sola por el mundo. 

La llegada de Blancanieves a sus vidas supuso una enorme alegría, era como si así de pronto hubieran encontrado alguien que se interesaba por ellos, tenía la casa aseada, sus ropas ya no olían a jabón mal quitado cuando ellos la lavaban, y lo mejor de todo era que llenaba la casa de luz, alegría y los recibía con cariño cuando llegaban molidos del trabajo.

Retornar al hogar se había convertido en una esperanza en sus lánguidas vidas, con Blancanieves charlaban, le contaban lo ocurrido durante el día y las pequeñas cosas risibles que pudieran pasarles, como si uno de ellos había pisado una gran bosta de vaca sin darse cuenta, o como si éste o aquel se cayó al río al cruzarlo saltando entre las piedras.

Le recomendaban a la muchacha tener mucho cuidado si se encontraba con gentes desconocidas pues la reina bien podría estar buscándola, desconocían que la señora daba por muerta a su hijastra al creerse en posesión del corazón de la chica.

Aquella fatídica tarde al regresar y ver a su hija allí tirada en el suelo corrieron desesperados, intentaron reanimarla, pero ninguno tenía conocimientos sobre curas o algo parecido.

La dieron por muerta, no sabían de que podría haber muerto, pero en aquellos tiempos las gentes podían morir facilmente, así que nadie se extrañaba de que ocurrieran esas cosas, se podía morir de un ataque de apendicitis, de un ataque al corazón, de una simple gripe o la picadura de algún insecto venenoso.

Había pocos conocimientos al respecto, así que al verla tendida en el suelo, creyeron que había muerto de algo y lloraron desconsolados su perdida.

La metieron en la casa y decidieron hacerle una bonita urna de cristal, era tan bella su pequeña Blancanieves que quisieron hacerle aquel homenaje y dejarla en un claro del bosque cercano al río, era un lugar tranquilo, con abundante hierba y árboles con grandes copas.

Cada mañana de camino a la mina le llevaban flores y limpiaban la urna.

Gran sospresa se llevaron un día al descubrir que se habían llevado la urna, corrieron en su búsqueda siguiendo las huellas de los ladrones, la encontraron tirada en el suelo, sin la tapa y el cadáver de su hija adoptiva había desaparecido.

Pensaron que fuera la reina la causante de semejante acto, pero con el transcurso de los días se llevaron una gran sorpresa al ver llegar a la mina a unos hombres fuermente armados con instrucciones de llevarlos con ellos.

Llegados al castillo los metieron en una gran sala y al poco apareció Blancanieves, viva, llena de alegría y sonriendo.

Los hombrecillos se quedaron a vivir con su Blancanieves y se convirtieon en sus guardas, aprendieron el uso de las armas de defensa y la vigilaban mejor que cualquier otro soldado, no solo era su princesa y pronto reina pues se anunciaron los esponsales con el príncipe, sino que era su hija, adoptiva, pero hija al fin.

 

 

El cazador 

 

En los castillos vivían como no, el rey, la reina y su proble, o el noble correspondiente, un conde, un duque, un marqués etc etc.

Los castillos ademas albergaban a infinidad de sirvientes que hacían posible la vida en el mismo.

Cocineros, limpiadores, herreros, cereros, lavanderos, tejedores.... en fin, una gran cantidad de gentes que atendían las necesidades de los que habitaban los castillos.

Uno de esos oficios era el de cazador, todos los nobles tenían a su disposición grandes territorios, con abundante agua, bosques y zonas agrícolas que alimentaban a la población.

Aunque los nobles disfrutaban de partidas de caza no siempre podían hacerlo debido a sus ocupaciones, así que siempre había una serie de cazadores diestros en la materia que suministraban a las cocinas cuando era requerido de conejos, perdices, venados...

Siempre hay como en todos los oficiones unos que lo hacen mejor que otros, en el caso de nuestra historia había uno al que consideraban el mejor de todos.

Aquella tarde cuando la cocinera mayor lo mandó llamar y le dijo que la reina se había personado en las cocinas para solicitar su presencia, se quedó mudo de asombro, qué podía necesitar la reina de alguien como él?

Su corazón se quedó helado cuando le pidió que sus hijas vinieran a vivir a palacio, quiso quitarle de la mente a la reina dicha idea, pero era la reina, nadie podía negarse a sus deseos, conocía los arrebatos de la monarca con respecto a la hermosura de otras mujeres, sus hijas no es que fueran especialmente hermosas aunque a el se lo pareciera, pero la sola idea de que convivieran allí con aquella mujer de la que tan mal hablaban todos le hacía estremecer.

Mas miedo sintió al saber los deseos de la señora, no conocía a la pequeña Blancanieves, pero todos en el castillo hablaban de su encanto, dulzura y delicadeza en el trato.

La mañana elegida para que llevara a cabo su mandato se le antojó fría y desagradable a pesar de que el sol brillara en lo alto y la brisa traía aromas de hierba húmeda.

Cuando conoció a la muchacha le pareció lo mal dulce que había visto en aquel castillo, se mostraba delicada, elegante y en su corazón sintió un gran dolor al recordar que ella sería su presa ese día.

Veía a la chica correr alegre por entre la hierba, se había descalzado para sentir el tacto en los pies, le recomendó calzarse para que no resbalara y ella dócilmente obedeció.

El cazador se preguntaba dónde estaría el estúpido padre de aquella princesa que la había dejado sola con esa malvada mujer que deseaba su muerte, por qué? qué mal había podido hacer la chiquilla a la reina?

Recordó el malvado mensaje, sus propias hijas estaban en la corte y si no cumplía la misión ellas pagarían con su vida.

Al ver que estaban lejos, se armó de valor y arrinconando a la princesa sacó su cuchillo e intentó realizar la tarea encomendada, pero no pudo, el terror en los ojos de la chiquilla, los llantos conmovieron su corazón y gritándole hizo que la princesa escapara internándose en el bosque.

Se quedó aturdido con lo que había hecho, sus hijas pagarían por su nefasto gesto de dejar con vida a Blancanieves.

Pensó con rapidez y justo en ese instante apareció un gran ciervo ante sus ojos, sacó su arco y flechas y en un momento tenía el corazón del animal metido en el cofre que la reina le había dado.

Llevó su ofrenda y buscó a sus dos hijas, las sacó del castillo, se encaminó al hogar y tomando a su esposa partieron todos hacia rumbo desconocido.

 

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