El cuento del leñador
Hace muchos, muchos años, existía el oficio de leñador, eran personas rudas que se internaban en los bosques y cortaban leña que se usaba para calentar el hogar bien fuera en las chimeneas o en estufas en los días fríos de invierno y para hacer la comida en cocinas con hornos en los que se metía la leña y luego de que ardía se cocinaba con las brasas que quedaban.
Los leñadores salían muy temprano con sus hachas y recogían leña de ramas secas o talaban árboles enfermos para hacerlos trozos que pudieran entrar en los fogones o guardarlos en lugares secos para almacenarlos.
Esta historia va sobre uno de esos hombres que se ganaban la vida cortando leña en los bosques.
El oficio de leñador era rudo y solitario, casi siempre estaban solos en el bosque, pasaban todo el día cortando y juntando leña que luego cargaban a los hombros o si tenían algún animal a lomos del borrico o mula si lo tenían.
Nuestro leñador era pobre, muy pobre por lo que además de estar cortando leña tenía que cargarla en sus hombros y regresar a casa con aquel peso.
Para hacer bien su oficio el hacha tenía que estar muy afilada, así que todos los días antes de salir de casa se sentaba cerca de una piedra y mojando un poco el filo del hacha la raspaba contra la piedra un buen rato para afilarla, cuando comprobaba con el dedo que estaba bien afilada salía rumbo al bosque eso sí tras desperdirse de su amada esposa.
Ese día el hombre decidió cortar leña de un árbol en el que descubrió una gran rama enferma, casi seca del todo y trepando hasta ella comenzó a darle golpes con el hacha.
Estaba el árbol justito al lado del río y vaya por Dios que el leñador dio un mal golpe a la rama seca y el hacha se le escapó de las manos y cayó al río.
Bajó corriendo e intentó mirar a ver si descubría el resplandor de su hacha, pero el río bajaba muy cargado por las lluvias y la corriente era intensa.
No sabía nadar este buen hombre así que sentándose a la orilla del río comenzó a llorar apesadumbrado por la pérdida de su utensílio de trabajo.
Estaba tan angustiado el leñador que no supo en qué momento se acercó una señora y se sentó a su lado.
Qué te ocurre leñador, por qué lloras?
El leñador se medio sorprendió de ver a esa señora a su lado, pero ante la pregunta movió la cabeza con tristeza.
Acabo de perder el hacha con la que me ganaba la vida, di un mal golpe y ha caído en el río y no se nadar, las aguas bajan con tanta fuerza que no me atrevo a entrar por si me arrastra la corriente.
No temas, le contestó la mujer, yo te traeré tu hacha.
En un primer momento quiso sacarle esa idea de la cabeza a la mujer, pues tal vez al día siguiente las aguas estuvieran mas tranquilas y podría sacar su hacha del río, pero no tuvo tiempo de decir nada pues no bien la mujer dijo aquello y ya estaba zambulléndose en el río.
Tardó la señora algo de tiempo en salir a la superficie y traía consigo una hacha de plata pura, se la mostró al leñador.
Es ésta tu hacha? le preguntó
No, no, dijo el leñador, esa no es mi hacha
La mujer volvió a sumergirse en el río y apareció al poco esta vez con un hacha de oro macizo que relucía.
Entonces es ésta? le preguntó
No, no, tampoco es esa, le contestó el leñador.
Tras la respuesta la mujer se hundió nuevamente en las aguas y regresó con un hacha vieja, de mango de madera requeteusada y le preguntó, entonces ésta es tu hacha?
Siii, dijo el leñador, por favor, sal de las aguas, me tienes angustiado y lleno de temor que pueda sucederte algo, gracias por recuperar mi hacha.
Entonces la mujer sonrió y le dijo al leñador, eres honrado y bueno, sabrás que los ríos tienen seres que los cuidan, yo soy un hada de los bosques, escuché tus lamentos y vine a ayudarte, toma, llévate las tres hachas a tu casa.
El hombre quedó estupefacto ante la respuesta de la mujer, no le dio tiempo de contestar ni tan siquiera darle las gracias, desapareció y él se quedó atontado allí sentado a la vera del río.
Habría soñado todo aquello? pero no, allí estaba el hacha de oro, el hacha de plata y su vieja hacha de toda la vida.
Regresó maravillado al hogar con sus regalos.
Tenía este leñador un vecino ruin y avaricioso que al escuchar lo narrado por su vecino se llenó de envidia por la buena fortuna que había tenido.
Salió al día siguiente el vecino al bosque con un hacha que tenía guardada en casa, no tenía filo tan siquiera, pues ni usaba la misma ni sabía usarla, eh' que no todos saben cortar leña, no es tan fácil como puede parecer.
Se había informado muy bien sonsacando al leñador el lugar preciso del río donde le había sucedido todo el asunto.
Situándose justo en el mismo árbol, miró para un lado, miró al otro y al saberse solo lanzó el hacha lo mas lejos que pudo y al oir el chapoteo del hacha al caer se sentó a la orilla y fingió llorar a moco tendido y pegando gritos para que el hada del bosque lo oyera si se encontraba lejos.
Ay! de mi, que haré?, gritaba, pobre de mi fortuna, no tengo nada que llevarme a la boca, mis siete hijos pasarán hambre, mi mujer está encinta y mi suegra enferma, con qué los alimentaré a todos, he perdido mi hacha, mi único sustento para mi y mis seis hijos.
Todo era un paripé, ni estaba casado, ni tenía suegra, ni tenía siete ni seis ni cinco, no tenía ningún hijo.
Ay! qué sera de mi familia, mi esposa sufre de reumas, y mi suegra anciana ya postrada en la cama.
Miró de reojo para comprobar si venía el hada del bosque, pero nada que el hada no daba señales de venir, así que volvió a quejarse mas alto todavía.
Por qué, por qué la vida es tan injusta conmigo, soy un pobre leñador, pobre del todo, no tengo mas nada que llevarme a la boca, mi mujer, mis hijos mi suegra, mi pobre madre tuerta que ha perdido la vista, pasarán hambre, morirán famélicos todos.
Cada vez alzaba mas la voz pero de sus ojos no caía ni la primera lágrima todavía, se puso en pie ya un poco indignado el hada que debía estar muy lejos pues no venía por mas que gritara.
Nadie escucha mi lamento, nadie se compadece de mi, no hay justicia en este mundo.
De pronto dió un respingo pues a su lado se encontraba el hada del bosque.
Qué te ocurre? preguntó el hada, que tanto gritas y perturbas la paz del bosque?
Oh, oh, exclamó al verse sorprendido así de pronto, sin lágrimas ni desespero.
Se lanzó al suelo y fingió llorar lo mas creíble que pudo.
Mi hacha, mi hacha, se me ha resbalado de la mano y ha caído al río, que haré, cómo alimentaré a mis hijos y a mi mujer dime buena señora.
Y por qué no entras al río y la buscas? le preguntó el hada.
Yo, yo, yo, me da miedo la corriente por si me lleva.
Pero habrá caído cerca de la orilla, le preguntó ella, no estabas cortando leña de éste árbol?
Yo, no, yo, noooo se me resbaló de la mano, cuando, cuando estaba moviéndola en el aire y se fue al centro del río, mira allí allí en lo profundo es que cayó la maldita.
El hada cansada de tanto dramón se metió en el río y sacando el hacha que el impostor había arrojado se la mostró.
Toma, aquí tienes tu hacha.
No, no, dijo sorprendido esa no es mi hacha.
Cómo que no, si la he encontrado en el medio del río donde dijiste que cayó la tuya.
Eh, eh, pero no, esa no es mi hacha.
Se volvió a meter el hada en las aguas y sacó el hacha de oro, no me vas a decir que es ésta tu hacha leñador.
Si, si, precisamente, es esa, la reconozco por lo dorada y brillante que es.
Fuera de este bosque, le gritó el hada, eres un mal hombre, avaricioso, mal intencionado y lleno de envidia, si vuelvo a verte asomar la nariz aunque sea un poco por aquí te meteré yo misma en las aguas y te llevaré a las profundidades.
Fuera de mi bosqueeeeee le gritó, y metiéndose rapidamente en el río le lanzó una andanda de agua que lo bañaron de pies a cabeza.
El hombre regresó a su casa, sin el hacha de oro, sin su hacha vieja y cochambrosa, calado hasta los huesos y lleno de vergüenza.
Pensó que el hada no hablaba en serio con respecto al bosque, pero cada vez que intentaba entrar o bien un pájaro le cagaba en la cabeza, o un zorro lo perseguía o alguna ardilla lo mordía.
Con respecto al leñador honrado, siguió cortando leña en el bosque, no volvió a ver al hada, pero de cuando en cuando y como agradecimiento, le llevaba flores, algo de tarta que su mujer había preparado y lo dejaba allí junto al árbol donde el hada le había ayudado.
Nunca la volvió a ver pero tanto las flores como los pasteles que dejaba junto al árbol desaparecían.
Y con ésto y un bizcocho....
Versión audio.
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