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Moises

Para conocer la historia de Moises, es necesario irse muchos años atrás para saber, por qué los hebreos convivían con los egipcios.

Muchos, muchos años antes de que Moisés sacara al pueblo hebreo del dominio del Faraón, hubo un joven llamado José que interpretaba sueños y con su sabiduría logró ser el segundo con más poder en Egipto después del Faraón.

La historia de José:

José fue uno de los hijos de Jacob, vivían en tierras de Canaán y eran pastores. 

José era el preferido de su padre Jacob y tenía la facultad de saber interpretar los sueños.

Su madre le tejió un manto de varios colores que lo distinguía de las ropas que sus otros hermanos llevaban.

Por ser el preferido de Jacob, por el manto que su madre le había tejido y por ser el menor, sus hermanos comenzaron a tomarle envidia.

Una mañana José hablaba con sus hermanos antes de partir a pastorear el rebaño.

Y que has soñado hoy José? le preguntó uno de ellos.

Ingenuamente José les comentó el sueño que había tenido esa noche.

Pues veréis, fue un sueño muy extraño, estaba yo en medio del campo y entonces once espigas de trigo se ponían a mis pies y me veneraban como señor.


 

Qué? dijo uno de ellos, cómo que once espigas te veneraban? acaso pretendes decir que siendo tú el mas pequeño estarás por encima de todos nosotros?

José se quedó callado.

Sus hermanos muy malhumorados por aquel sueño que José les había contado partieron con el rebaño y se alejaron mucho esta vez.

Jacob al ver que pasaban las horas y que no regresaban, preocupado por si les hubiera ocurrido algo mandó a José en su busca.

Sus hermanos que durante todo el día habían estado comentando lo referente al sueño, decidieron que la mejor forma de evitar que ese sueño se cumpliera era deshacerse de su hermano José, así que al verlo aparecer por el camino fueron en su busca, lo ataron y lo tiraron a un pozo seco planeando la forma de librarse de su hermano pequeño.

Aparecieron por aquellos parajes unos mercaderes de esclavos que iban camino de Egipto, pensaron que la mejor manera de librarse para siempre de José era venderlo como esclavo a los mercaderes, que se lo llevaran lejos y jamás volverían a verlo.

Partió José maniatado con los mercaderes y sus hermanos llenaron la túnica que su madre le había tejido con sangre y se la llevaron a casa diciendo que un lobo lo había atacado por el camino.

Mucho lloró Jacob por su hijo al que dio por muerto.

José llegó a Egipto y en la plaza del mercado fue vendido como esclavo a un señor que servía en la corte del Faraón llamado Putifar.

Tenía Putifar una mujer joven que se enamoró de José al verlo y poco a poco se le fue insinuando y buscaba oportunidades de quedar a solas con el esclavo, pero José la evitaba pues siendo la mujer de su señor cualquier acto que la deshonrara podría costarle la vida.

Un día la mujer de Putifar cansada de los desaires de José le confió su amor y le dijo que si no iva con ella lo denunciaría a Putifar, José temeroso de lo que pudiera ocurrir salió huyendo y la mujer se quedó con la túnica de José en sus manos, entonces comenzó a chillar y  convenció a Putifar que José se había metido en su alcoba y había pretendido abusar de ella y la prueba era la túnica.

Fue José llevado a las mazmorras del palacio del Faraón.

En las celdas conoció a dos hombres que estaban encarcelados por diferentes motivos uno era el copero del Faraón y el otro el panadero.

El copero comentó muy preocupado un sueño que esa noche había tenido.

Soñé, comenzó a decir, que llenaba tres copas de buen vino al Faraón, será que volveré a servir a mi señor nuevamente? me permitirá salir de las mazmorras? regresaré a mi antiguo trabajo en la corte?

José que tenía la facultad de interpretar los sueños, le explicó, así es amigo, dentro de tres días te llevarán a presencia del Faraón y nuevamente estarás a su servicio.

Entonces el panadero al ver los buenos augurios que demostraba el sueño del copero también comentó su sueño.

Ya que sabes interpretar lo soñado, te contaré mi sueño entonces, a ver que me dices al respecto.

Estaba yo en las cocinas y tenía tres canastos llenos de trigo para moler y hacer hogazas de pan, pero en ese momento venían los pájaros y se comían todo el trigo.

José al escuchar el sueño lo miró con tristeza, lo siento amigo, tu sueño indica que en tres días tristemente te declararán culpable y te condenarán a muerte.

Al pasar tres días vinieron los guardias y al copero lo dejaron libre indicándole que podía regresar a su antiguo puesto y al panadero le notificaron que sería ajusticiado esa misma tarde.

José entonces acudió al copero y le pidió que intercediera por él ante el Faraón.

Pero, como suele suceder en la vida, el copero pronto olvidó a José y nunca le mencionó a Faraón el joven que le había interpretado los sueños a él y al panadero, acertando totalmente con ello.

Pasaron dos años y sucedió que en la corte hubo una gran preocupación, pues el faraón estaba teniendo de forma continua sueños que lo aterrorizaban y lo intranquilizaban.


 

El Faráon consultó a los muchos asesores que le rodeaban pero ninguno lograba calmar aquel pesar que tanto lo atormentaba pues estaba convencido que algo terrible significaban esos sueños.

El copero se acordó de José y lo bien que había interpretado los sueños, así que le comentó al Faraón lo sucedido con él y el panadero y la forma correcta en que José había acertado en el significado.

Mandó el Faraón que le trajeran a ese joven.

José se presentó ante el Faraón y aunque su aspecto no le inspiraba confianza al Faraón y a nadie en la corte, recordemos que estuvo 2 años en prisión, entonces José estaba macilento y flaco.

El Faraón lo miró con desdén y le relató sus sueños.

Soñé que estaba frente al Nilo y 7 vacas bien gordas se acercaban a beber, entonces a su lado se ponían 7 vacas famélicas que devoraban a las gordas, otro sueño que tengo es muy parecido, sueño que estoy en los campos de cultivo y éstos están llenos de espigas de trigo grandes y robustas, al acercarme veo una de ellas con 7 espigas del mejor trigo y entonces una espiga a su lado esmirriada y casi muerta devora a la espiga próspera y saludable.

Dime sabes tú interpretar el significado de estos sueños? significa acaso que me rodean enemigos que quieren destruirme? tal vez indiquen una terrible enfermedad que me acecha?

José que había estado muy atento a las palabras del Faraón le dijo:

Tus sueños, significan que Egipto tendrá 7 años de abundancia y prosperidad,  a los que le seguirán otros 7 años de sequía y desgracia, deberías elegir a un hombre sabio que sepa guardar grano durante esos años de abundacia para que en los años de desgracia tu pueblo no sufra.

El Faraón quedó fascinado con José y puesto que había interpretado con tanta sabiduría sus sueños y además le había proporcionado tan acertado consejo le pidió que fuese él el hombre encargado de llevar a cabo la guarda y atesoramiento de grano y provisiones durante los años de abundancia.

José se convirtió entonces en el hombre más poderoso de Egipto después del Faraón. 

Guardó grano durante los años de prosperidad y cuando empezaron los años de sequía en toda la tierra hubo hambre e infortunio menos en Egipto.

Las profecías que José le había descrito al Faraón no solo afectaron a Egipto sino a todo el mundo y en las tierras de Canaán donde vivía la familia de José también estaban padeciendo hambre y dificultades.

Por todos era conocido que en Egipto había grano y abundancia así que los pueblos que vivían alrededor de Egipto acudían a comprar grano y alimentos.

Jacob envío a sus hijos en busca de grano a las tierras del Faraón, habían pasado muchos años y Jacob había tenido otro hijo, Benjamín que quedó a su lado.

Los hermanos de José llegaron a las puertas de los graneros y pidieron comprar grano, José los reconoció al momento, pero sus hermanos no, pues José estaba vestido como egipcio y naturalemente ni imaginaban que su hermano al que habían vendido como esclavo fuera a ser el hombre más poderoso de aquel reino después del Faraón.

Al verlos, José se llenó de emoción y pidió los llevaran a unas estancias, pero recelaba de las buenas intenciones de sus hermanos así que los interrogó llamándoles infiltrados, ladrones que venían a Egipto con la intención de averiguar debilidades del reino.

Los hermanos por supuesto negaron aquella acusación y le contaron la verdad, que eran pastores de las tierras de Canaán y que eran 12 hermanos estos 10 que habían venido en busca de trigo, uno que daban por muerto y otro el mas pequeño que habían dejado en casa con su padre Jacob.

José emocionado por saber que tenía otro hermano mandó encerrar a uno de ellos y prometió soltarlo cuando regresaran trayendo consigo al último hermano, a Benjamín.

Partieron con grano los 9 y llegando a casa contaron a su padre todo lo ocurrido.

Jacob temeroso ante la petición de aquel desconocido se negó en redondo, ya había perdido a su hijo José, ahora otro estaba en la prisión en Egipto y querían llevarse a Benjamín ante la presencia de ese hombre, a saber qué pretendía hacer o qué planes tenía para con ellos.

Pero ocurrió  que el trigo se terminó y nuevamente hubo escasez en las tierras de Canaán, recordemos que los sueños que José había interpretado vaticinaban 7 años de sequía y hambre, así que muy a su pesar Jacob nuevamente envío a sus hijos a tierras de Egipto en busca de grano y con dolor en el corazón también envío a Benjamín.

Cuando se presentaron ante José con su hermano Benjamín se encontraron con la sorpresa de que su hermano detenido había gozado de libertad y buena vida durante su estancia en Egipto.

José los invitó a comer a todos y pidió les llenaran los sacos que habían traído con grano.

Pero ya José había tramado un plan para que toda su familia viniera a Egipto y dejaran de pasar penurias durante esos años de miseria que se esparcia por el mundo, ordenó a sus sirvientes que metieran una copa en el saco que pertenecía a Benjamín.

Cuando sus hermanos se disponían a partir llegaron los guardias y bruscamente los llevaron ante José.

Me habéis robado, les dijo.


 

Nosotros no señor.

Mirad lo que han encontrado mis guardias en vuestros sacos, y les mostró la copa.

Los hermanos quedaron todos asombrados.

En que saco estaba la copa? preguntó José al capitán de su tropa.

En la de éste, dijo y señaló a Benjamín.

Los hermanos se postraron de rodillas ante José, por favor perdona a nuestro hermano, es joven, no sabe lo que hace.

José los miró furibundo.

En ese momento recordó José el sueño por el que sus hermanos lo habían vendido como esclavo, aquel en que sus hermanos se postraban ante él y lo adoraban.

Entonces no pudiendo aguantar mas confesó ante ellos su verdadera identidad, pidió fueran a buscar a su padre y vinieran con toda la familia a vivir en Egipto, pues todavía faltaban varios años de escasez y viviendo en Egipto no sufrirían penurias.

Conocedor Faraón de todo lo sucedido con José decidió ofrecerles unas tierras en el delta de Nilo para que allí prosperasen.

Y así fue, el pueblo de Israel se afincó en esas tierras y prosperaron mucho. 

Pasaron muchos años desde todos estos acontecimientos y cuando gobernaba otro Faraón se empezaron a dar a cuenta que el pueblo israelita era muy numeroso, temiendo el Faraón que siendo tantos se levantaran contra Egipto y contra el Faraón empezaron a someter a esas gentes con la finalidad de mantenerlos humillados y bajo vigilancia continua.

Los trabajos que se les permitía hacer a los israelitas eran los peores y los cargaban con multitud de impuestos, así les ofrecían para el cultivo las peores tierras y los obligaban a edificar ciudades con ladrillos de paja y barro.

Historia de Moisés.

Los egipcios tramaron multitud de formas para que los israelitas fueran sometidos en Egipto, ya dijimos que les daban tareas de verdaderos esclavos, bajo salario y penosas obligaciones, pero la mas terrible de todas fue la órden dada por el Faraón cuando por ley dictaminó que todo niño varón que naciera fuese asesinado.

Una mujer del pueblo de Israel tuvo un hijo y lo cuidó y mantuvo en secreto hasta que cumplió los tres meses, comprendiendo que ya no podría ocultarlo mas, fabricó una cesta con juncos y la untó con emplastos para impedir que se sumergiera y la lanzó al Nilo, confiando en que alguien salvaría al niño.

La hermana del pequeño fue siguiendo la cesta para comprobar si era rescatada  y sucedió que la hija del Faraón había bajado al río a tomar baño, encontró la cesta y la recogió, al encontrar dentro a un pequeño lo quiso cuidar y le llamó Moisés que significa rescatado de las aguas.

La hermana de Moisés se acercó a la hija del Faraón y le preguntó si necesitaba nodriza, o sea un ama de cría que pudiera amamantar al chiquillo y ella aceptó, con lo que Moisés fue criado por su propia madre.

 


Creció Moisés criado por su verdadera madre que después de ser ama de cría quedó como niñera al servicio de la hermana del Faraón.

Ya siendo adolescente veía Moisés el mal trato que se le dispensaba a los israelitas, y no gustaba nada de ello, tal vez por su propia sangre israelita, quizás por su buen corazón o acaso por que su destino estaba ya escrito.

Un día paseando encontró a un soldado egipcio golpeando salvajemente a un hombre hebreo, Moisés no preguntó nada, arremetió contra el soldado y en la lucha el soldado se dio un mal golpe y murió.

La pena por matar a un soldado de Faraón era castigado con la muerte, así que Moisés enterró el cuerpo pensando en que nadie le había visto, pero pasados varios días encontró a dos hebreos discutiendo y al terciar con ellos uno le preguntó: y qué harás? matarme como hiciste con aquel soldado?

Moisés comprendió que tarde o temprano Faraón se enteraría de su acto y salió de Egipto caminando por el ardiente desierto.

Pasaron varios días, el sol del desierto es terrible, y careciendo de sombra donde guarecerse, Moisés estaba casi desfalleciendo cuando vislumbró un pozo que servía de abrevadero para los ganados de los pastores de aquellas tierras.

Cuando se acercó encontró una trifulca entre unas pastoras que discutían con unos hombres que habiendo llegado después que ellas las estaban echando para que ellos y sus ganados bebieran.

Moisés se enfrentó a los sinvergüenzas y peleó con ellos venciéndoles y permitiendo que las chicas pudieran abrevar su ganado.

Las muchachas eran hermanas y una de ellas, la mayor, de nombre Séfora, le ofreció agua al valiente que las había ayudado en aquel trance y le invitó a ir con ellas a las tiendas donde podría descansar, asearse y comer.

Moisés gustó del trato dado por aquellas pastoras y quedó a vivir allí, convitiéndose él también en pastor, se casó con Séfora y formó familia.

Pasado el tiempo, la vida de Moisés era como la de cualquier pastor, salía con el rebaño, lo llevaba a pastar a zonas altas y regresaba a su hogar donde lo esperaban Séfora y su hijo.

Un buen día una de las cabras se alejó del rebaño y Moisés raudo acudió en su busca.

Subió la descarriada hasta unas rocas altas y allí se puso a comer, al llegar Moisés se sorprendió mucho pues encontró un fenómeno extranísimo, una zarza estaba ardiendo pero por un fuego que no la consumía, era una luz brillante que se movía en la zarza, parecía fuego, pero no era fuego.

Temeroso se acercó y una voz potente le dijo: Moisés quítate las sandalias, ésta es tierra sagrada.   

Moisés se quitó las sandalias y la voz continuó hablando: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, he escuchado el calmor del pueblo que es sometido por Egipto, y los voy a sacar de Egipto para llevarlos a una tierra que mana leche y miel, irás a Faraón y le pedirás que deje ir a mi pueblo.

Pero, respondió Moisés, cómo voy a ir yo a decirle al pueblo israelita que vengo en nombre del Dios de sus padres, si me preguntan cúal es su nombre qué les diré?

Les responderás "YO SOY EL QUE SOY" eso les dirás.

Pero, continuó Moisés, yo soy un pastor simplemente, con qué podré yo enfrentarme al faraón?

Qué tienes en la mano? preguntó Dios.

Un cayado, respondió Moisés.

Déjalo en el suelo, le dijo Dios, y cuando Moisés lo hizo, el cayado se convirtió en una enorme serpiente, tómala por la cola, le dijo Dios, Moisés así lo hizo y nuevamente la serpiente se convirtió en el cayado que usaba Moisés para ayudarse a caminar en los senderos pedregosos.

Dios que todo lo sabe comprendió las dudas que todavía tenía Moisés en su cabeza así que le dijo: mete tu mano dentro de tu manto, así lo hizo Moisés y cuando la sacó estaba llena de lepra, luego le ordenó Dios volver a meter nuevamente la mano en su manto y cuando la sacó estaba limpia y sana.

Moisés dudoso todavía le dijo a Dios, pero Señor, yo soy torpe de palabra, no se explicarme correctamente.


 

Dios entonces le dijo: no tienes un hermano Aaron? el tiene facilidad de palabra, ni tú ni él tendréis nada que temer pues Yo hablaré por vuestras bocas, parte a Egipto y te encontrarás con tu hermano Aaron, no temas, pues todos los que deseaban tu muerte han fallecido.

Moisés entonces bajó del monte y tomando a su familia partieron hacia Egipto.

Aaron, era muy reconocido entre los ancianos de Israel, en sueños le pidió Dios que saliera al encuentro de su hermano Moisés  y cuando se encontraron, después de saludarse y abrazarse fueron a encontrarse con los ancianos del pueblo hebreo, Aarón y Moisés explicaron los deseos de Dios, y luego pidieron ser atendidos por Faraón.  

Cuando pasaron a la presencia de Faraón y le pidieron dejara ir al pueblo, pues su Dios había ordenado le hicieran honores, Faraón se negó, dijo que no reconocía a ese Dios hebreo, y al parecer los israelitas disponían de mucho tiempo libre para pedir los dejase ir a hacer fiesta y sacrificios a ese Dios.

Faraón ordenó salir a Moisés y su hermano y entonces habló con los guardias, parece que los israelitas tienen muchas ganas de fiesta, se ve que tienen poco trabajo, que de ahora en adelante dejen de servirles paja para hacer los ladrillos y que salgan ellos mismos a buscarla pero eso sí, su porción de ladrillos no debe bajar en lo mas mínimo, a ver si así se les quitan las ganas de honrar a ese Dios y de hacerle fiesta y sacrificios.

Los ladrillos de barro que fabricaban los israelitas eran usados en diferentes construcciones en tierras de Egipto, los ladrillos se fabricaban con barro y con paja, luego se dejaban secar.

Al no suministrarles paja y no rebajarles la producción tenían los israelitas que salir por la noche a los campos de cultivo a recoger la hierba seca para luego durante el día poder seguir suministrando los ladrillos necesarios en las construcciones, es decir les habían duplicado el trabajo.

El pueblo agobiado por tanta penuria se quejó ante Moisés, vienes a salvarnos o a condenarnos?

Moisés acudió ante Dios para preguntarle sobre aquella nueva opresión para con el pueblo.

Envió Dios frente a Faraón a Moisés y nuevamente Faraón se rio de lo que Dios deseaba y echó a Moisés de su presencia.

Salió al día siguiente Moisés al encuentro del Faraón encontrándolo en las orillas del Nilo y siguiendo las órdenes que Dios le dió dijo:

Faraón, deja ir a mi pueblo para que me rinda culto.

Faraón lo miró duramente y se negó en rotundo.

Moisés golpeó con su cayado el agua del Nilo y el río entero se convirtió en sangre, los peces murieron y todos quedaron boquiabiertos ante semejante prodigio.

Pero Faraón siguió negándose a dejar partir al pueblo hebreo.

Pasó un tiempo y el agua del Nilo regresó a su color natural y los egipcios nuevamente podían usar el agua para beber, asearse, regar y limpiar.

Nuevamente Dios envió a Moisés y Aaron ante Faraón para que permitiera la salida del pueblo hebreo y por segunda vez Faraón se negó en rotundo.

Entonces Moisés advirtió que una gran plaga de ranas inundaría las tierras de Egipto por la dureza del corazón del Faraón y tal cual había dicho Moisés así sucedió, en toda la tierra de Egipto hubo una proliferación de ranas sin precedentes.

No había lugar en que no se encontrasen ranas y sapos, sobre las camas, sobre los fogones, en el suelo, en las calles, en las fuentes.... toda la tierra estaba plagada de esos animales.

Faraón llamó entonces a Moisés y le pidió que hablase con su Dios  para que alejara semejante plaga de su tierra, si Dios obraba de esa forma dejaría salir al pueblo iraelita.

Así ocurrió y las ranas regresaron al rio, otras muchas murieron y el hedor cubrió la tierra de Egipto.

Pero, una vez que las ranas habían desaparecido Faraón nuevamente se negó a dejar partir al pueblo hebreo.

Moisés entonces le advirtió a Faraón, deja ir a mi pueblo, así dice el Señor, pues si no lo haces nuevamente enviaré una plaga de mosquitos sobre Egipto que invadirán tu palacio, tu lecho, tus cosechas...

Faraón se rio y mandó a desalojar a Moisés y a Aaron.

Tal cual había dicho Dios, Moisés tocó con su cayado el suelo y el polvo se convirtió en una nube de mosquitos que hacía imposible la vida en Egipto.

 


Ni las cortinas, ni las puertas, no había forma de descansar, las picaduras de los mosquitos mortificaban a sus subditos, en la corte era imposible la vida, no se podían reunir, no podían dialogar, los cuerpos estaban cubiertos de picaduras de mosquitos.

Faraón cansado llamó con premura a Moisés y le pidió nuevamente que su Dios apartara semejante plaga de su reino y esta vez sí dejaría ir al pueblo para que le rindiera culto.

Los mosquitos desaparecieron tal cual habían aparecido y Faraón una vez que se sintió libre de aquella molestia volvió a endurecer su corazón o dicho de otra manera se mantuvo en su terquedad.

Nuevamente Moisés se acercó a Faraón y otra vez le pidió que dejara salir al pueblo israelita y nuevamente Faraón se rio de sus amenazas y se negó a tal petición.

Si no dejas ir a mi pueblo, Dios te enviará una plaga de tábanos, Faraón deja ir a mi pueblo para rendir culto, le dijo.

Faraón enfadado echó a Moisés y consultó con sus sacerdotes, mi Señor le dijeron los tábanos tienen una picadura muy dolorosa, si como anteriormente el Dios de los hebreos nos envía una plaga de tábanos las enfermedades se extenderán por todo Egipto, mas Faraón cerró los oidos a las advertencias y los tábanos infestaron la tierra.

La picadura de un tábano es más dolorosa que la de avispa o abeja.

El pueblo egipció sufrió las terribles picaduras de la plaga de tábanos y pidieron a Faraón dejara salir a los israelitas y se olvidara de ese pueblo para siempre.

Hay que decir que para mayor gloria, cada una de las plagas que Dios enviaba a Egipto solo afectaba al Faraón y su corte y al pueblo egipcio, al pueblo hebreo no le afectaba ni una de las plagas con las que Dios estaba castigando la testarudez de Faraón. 

Nuevamente Dios pidió a Moisés y Aarón que se presentaran ante Faraón y pidieran que dejara salir al pueblo hebreo y de nuevo se negó Faraón a ello, entonces Moisés le dijo, mira que si no dejas salir al pueblo de Dios, mañana mismo todas las cabezas de ganado morirán en Egipto.

Tal cual había dicho Dios al día siguiente todos los ganados de Egipto aparecieron muertos, las vacas, las cabras, los camellos, todos perecieron.

Faraón mandó a sus enviados y como había predicho Dios ni un solo animal de los israelitas había perecido.

Ante la sinrazón de Faraón y pese a todo cuanto Dios estaba mostrándole siguió tercamente impidiendo que los hebreos dejaran Egipto, así que Dios pidió a Moisés que tomara hollín del fogón de la cocina y presentándose ante Faraón le advirtió que si no dejaba salir a su pueblo llenaría a los egipcios de llagas dolorosas y malolientes.

Otra vez Faraón se negó en rotundo y Moisés lanzó el hollín al aire y la polvareda se esparció por todo Egipto y los egipcios se llenaron de llagas dolorosas y pestilentes

Moisés obedeciéndo el mandato de Dios se presentó nuevamente ante Faraón y le dijo, así dice mi Dios, deja ir a mi pueblo, te he demostrado cuan poderoso soy y sin embargo no has permitido que salga mi pueblo, si no haces caso a mi mandato enviaré una lluvia de granizo sobre todo Egipto como nunca antes se ha visto.

 


 

Tontamente Faraón siguió en su terquedad y no hizo caso a la advertencia que Dios por boca de Moisés le hizo y comenzó a tronar, los rayos cruzaron los cielos, la lluvia se intercaló con granizo grueso que destrozó todas las cosechas de Egipto, aquellos egipcios temerosos del poder del Dios de Israel se guarecieron bajo techo pero todo aquel que pilló la granizada a cielo abierto y sin protección murió.

Ante el destrozo y las continuas plagas que Dios estaba mandando sobre Egipto los consejeros de Faraón le pidieron que dejara marchar a los israelitas de una buena vez así que Faraón mandó llamar a Moisés y le permitió efectivamente que organizara a los hombres hebreos y fueran a adorar a su Dios a las afueras de la ciudad, Moisés contestó que no, no solo los hombres sino todo el pueblo de Israel debería salir de Egipto y no a las afueras de la ciudad sino fuera de las tierras de Faraón.

Esta vez Faraón se enfadó mucho, estoy permitiendo que salgan los hombres, que acaso eso no le vale a tu Dios? tiene que salir todo el pueblo?

Así lo ordena Dios, le respondió Moisés, deja ir a mi pueblo.

Faraón ordenó a Moisés y a Aarón que salieran de su presencia y Moisés entonces le dijo, Faraón estás observando la gloria y el poder del Dios de Israel, deja ir a su pueblo o enviará una plaga de langosta como nunca antes la han visto en Egipto y como nunca nadie la recuerda.

Desde hace miles y miles de años, cuando hay sequía y luego llueve y reverdecen los campos la langosta se multiplica enormemente y migran buscando comida, su número es tan grande que destruyen todos los cultivos y verde que encuentran a su paso.

Las plagas de langosta afectaban a Egipto cada cierto tiempo, así que Faraón  sabía perfectamente que la amenaza de Moisés podría causarle mucho daño a las cosechas de su reino que ya había quedado bastante devastado por la granizada, pero ni aun con esas dejó salir al pueblo de Dios.

Entonces sopló durante todo un día un viento muy caliente sobre Egipto y cuando el viento cesó apareció por el horizonte una enorme nube negra que cubrió todo el cielo, era la plaga de langosta como jamás se había visto en las tierras de Egipto.

La langosta cubrió los suelos y devoró los pocos granos que habían quedado tras la granizada, la hierba, los pastos, las hojas de los árboles, todo estaba siendo devorado por aquel enjambre.

Faraón llamó con urgencia a Moisés y le rogó por favor que su Dios alejara aquella plaga del reino.

Moisés entonces levantó su cayado y rogó a Dios, en ese momento comenzó a soplar un gran viento que alejó de Egipto a todas las langostas.

Diriáis entonces que Faraón ante semejantes prodigios por fin dejó salir al pueblo?

Pues no.

Entonces Dios pidió a Moisés que alzara su cayado y una enorme tiniebla se extendió por Egipto, todo se obscureció de tal manera que no podían ver nada, después de tres días de oscuridad total Faraón llamó a Moisés y le pidió que hablara con Dios y apartara aquella plaga de sus tierras.

Moisés así lo hizo y entonces Faraón habló, dejaré partir a tu pueblo tal como Dios pide, podrán salir todos los israelitas y podrán dar culto a su Dios.

Moisés le dijo, Faraón, no solo el pueblo tiene que salir, sino todo su ganado, todas sus pertenencias, todo tiene que ir a rendir culto al Dios de Israel.

Faraón que pensó que ya estaba concediendo bastante se negó nuevamente y echó a Moisés de su presencia, entonces Moisés le advirtió, has sido duro de corazón, has visto toda la fuerza y poder de Dios y aun así te sigues negando a dejar partir al pueblo hebreo, pues has de saber que nuevamente Dios enviará otra plaga sobre Egipto, de entre todas las plagas ésta será la más dolorosa.

Pidió Dios a los israelitas que untarán con una señal sus puertas para que esa noche la plaga que se había anunciado pasara de largo de sus casas y solamente afectara a los egipcios.

Esa noche fue la más terrible de todas, en cada casa, en los palacios, en las mansiones, en cada hogar egipcio el hijo mayor de cada familia caía al suelo sin vida, a medida que la última plaga surcaba las tierras de Faraón los llantos se sucedían y esa noche el dolor llenó la tierra de Egipto.

Faraón llamó a Moisés en medio de la noche y derrotado por todas las maravillas y prodigios que Dios había demostrado y sabiendo que nada podía contra aquella fuerza dejó por fin partir al pueblo hebreo y dejó salir a todos sin excepción, con el ganado, con las pertenencias, incluso los egipcios instaban a los israelitas a que partieran con prisa de Egipto pues estaban atemorizados ante las plagas que una tras otra habían sacudido el país.

Los israelitas habían permanecido en Egipto cuatrocientos treinta años y ahora una enorme muchedumbre salía rumbo al desierto, partían cantando, felices, contentos pues iban en busca de un nuevo hogar, una nueva tierra donde serían libres, nunca mas serían sirvientes o esclavos o inferiores, en su nueva tierra vivirían con abundancia y prosperidad pues así Dios se lo había prometido.

Partió pues el pueblo de Dios y salió de Egipto, Dios mismo les dirigía el camino a seguir con una enorme nube que marchaba delante de ellos por el día y por la noche esa misma nube se convertía en fuego para iluminar el sendero por donde debían caminar.


 

Se adentraron en el desierto y llegando a orillas del mar Dios pidió a Moisés que acamparan en aquel lugar a descansar.

Mientras tanto en el palacio de Faraón las discusiones sobre si había sido oportuno o no, la salida de tan gran número de trabajadores de Egipto, se acentuaba.

Unos decían que había sido lo correcto, Egipto no podía soportar las maldiciones que el Dios de los israelitas derramaba sobre el pueblo.

Otros argumentaban que por el contrario había sido un gran error, los israelitas eran unos trabajadores muy baratos que fabricaban ladrillos, ayudaban en las tareas mas precarias y ahora no tendría Egipto mano de obra barata para construir ciudades, caminos, palacios...

Al final convencieron a Faraón para que saliera a perseguir a los hebreos, un vigía había informado que se encontraban acampados a orillas del mar, tenían el mar por un lado y el desierto por otro, estaban arrinconados, si Faraón demostraba su fuerza muy probablemente muchos de los israelitas regresarían humillados a Egipto.

Partió entonces Faraón con un ejercito tras los israelitas.

El tronar de carros de combate fue escuchado por los vigias de Israel y avisaron a todos que el ejercito egipcio, el mas poderoso de aquellos tiempos se aprestaba a atacarlos.

Acudieron asustados junto a Moisés, qué haremos? le dijeron, que acaso nos trajo Dios al desierto para morir a manos del ejercito egipcio? estamos rodeados, frente a nosotros el mar, detrás el desierto y las tropas de Faraón a punto para atacarnos.

Acudió Moisés a Dios y entonces sucedió algo todavía más extraordinario de todo cuanto había sucedido hasta ese momento.

La columna de humo que los guiaba se trasladó hacia atrás entre los israelitas y los egipcios y se convirtió en una nube tan potente que impedía el paso del ejercito de Faraón.

Ordenó Dios a Moisés que tocara con su cayado el mar y en ese momento un fuerte viento comenzó a soplar y el mar se abrió por la mitad, apartando las aguas a uno y otro lado formando unas murallas de agua y dejando el fondo marino libre para que el pueblo pudiera cruzarlo.

Inmediatamente el pueblo comenzó a atravesar aquel nuevo prodigio que su Dios estaba haciendo, caminaban por el suelo marino mientras a uno y otro lado las aguas se sostenían formando murallas.

Mientras tanto la columna permanecía inmóvil ante los ejercitos de Egipto impidiendo que avanzaran.

Cuando la columna se marchó Faraón y ejercito quedaron asombrados, el mar estaba abierto por la mitad y el pueblo lo estaba cruzando por suelo seco.

Por asombroso que parezca ni ante aquel prodigio los egipcios cesaron en su empeño, pese a todo cuanto habían visto y padecido la órden de Faraón fue que las caballerías y los carros avanzaran para dar caza al pueblo israelita.

Comenzó pues el ejercito de Faraón a avanzar por el suelo marino abierto por el poder de Dios y se encontraron con que sus carros y sus caballos se trababan y el avance se les dificultaba sobremanera mientras que los hebreos cruzaban sin problema y a toda prisa para escapar de los egipcios.

Una vez que el último de los israelitas había llegado a la otra orilla Dios habló a Moisés, toca nuevamente con tu cayado el mar y cuando Moisés lo hizo los hebreos pudieron ver atónitos que las aguas del mar regresaban a su anterior estado, las murallas de agua se caían y sumergían a los carros de combate, a los lanceros, al ejercito entero de Faraón en sus profundidades.


 

Moisés dio gracias a Dios nuevamente y el pueblo comenzó a cantar y bailar pues Dios los había librado con su poder del ejercito mas poderoso de la tierra.

Los pocos egipcios que lograron sobrevivir del último poder del Dios de Israel regresaron derrotados a las tierras de Egipto.

Mas no solo Faraón se presentó como terco e incrédulo ante las maravillas y prodígios de Dios, sino que el mismo pueblo hebreo que también veía todas aquellas plagas que Dios enviaba a Egipto y a ellos los libraba, el mismo pueblo israelita se quejaba continuamente ante Aaron y Moisés desconfiando del poder que su Dios les mostraba.

Cuando el ejercito egipcio los rodeó al encontrarlos frente al mar, se quejaron ante Moisés, nos has traído para morir a manos de los soldados de Faraón? 

El pueblo que tanto rogó a Dios durante años para que los librara del sometimiento de los egipcios y pedía su salvación ahora que había aparecido un guía que los llevaba a una nueva tierra y que había visto y sentido toda la gloria de Dios en vez de ser dócil y comprensivo lo único que hacía era quejarse y lamentarse de las desdichas que sufrían.

En sus primeros pasos atravesando el desierto se quejaron ante Moisés por falta de agua y Moisés bajo instrucciones de Dios convirtió un pozo de agua amarga en agua dulce, luego se quejaron por falta de comida y Dios envió un inmensísima manada de codornices para que comieran, volvieron a quejarse y ocurrió que Dios envió cada día un alimento llamado Maná que aparecía cada mañana y les servía de pan para que ningún israelita pasara hambre.

El pueblo salvado por Dios de los malos tratos que los egipcios les dispensaban y que clamaron durante años por un gúia que los sacara de aquellas tierras ahora se convertía en ingrato, incrédulo y mal agradecido y continuamente atosigaba a Moisés, lo insultaba, lo apedreaba y le insinuaba una y otra vez preguntándole por que los había sacado de Egipto donde al menos comían y bebían y vivían felices, vivían felices decían ahora.

Por ser tan ingratos, Dios le dijo a Moisés que ni uno solo de los que habían salido de Egipto verían con sus ojos la tierra que les había prometido, caminarían por el desierto hasta que supieran ser agradecidos.

Vagó el pueblo de Israel por el desierto durante 40 años, tras ese largo tiempo el pueblo israelita fue aprendiendo a respetar y venerar a Dios llegaron por fin a la tierra que les había sido prometida, allí vivieron muchos otros acontecimientos, pero esa es otra historia.


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