Todas las ciudades tienen su historia, sus cuentos, sus leyendas.
Nueva York esa ciudad llena de rascacielos no podía ser diferente.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando Nueva York no era mas que un puñadito de casas pequeñas y granjas, cuentan las historias que hubo un personaje llamado Rip Van Winkle.
Este señor era una persona de esas que viven pero que la vida les pasa por delante sin que ellos hagan lo mas mínimo por desesperarse en tener fortuna.
Rip tenía buen caracter y siempre estaba dispuesto a ayudar a quien se lo pidiera pero como dijimos el dinero no movía sus ideales y por un plato de comida y una buena siesta estaba mas que pagado.
Con tal de no tener responsabilidad que lo atara se conformaba.
Rip sin embargo había tenido la mala idea de contraer matrimonio y digo mala idea porque su mujer estaba siempre afanada en mantener la casa y la pequeña huerta que tenían y que gracias a ello no pasaban hambre en el hogar pues nuestro amigo era incapaz de suministrar lo necesario para su familia.
Sin embargo no paraba de despotricar contra Rip Van Winkle y con razón pues era ella la que mantenía el hogar mientras Rip vaganbudeaba por las montañas, salía de caza con su perro, o dormía grandes siestas debajo de los árboles en el verano o mantenía largas conversaciones en la taberna del pueblo.
Rip que como decimos era un haragán, hasta rehuía a su mujer para evitar discutir, bueno discutir, la única que hablaba era su señora, cuando no tenía mas remedio, y le era imposible huir del hogar, él callaba y se sentaba en un rincón a recibir la reprimenda, ni siquiera se tomaba tiempo en contestar, la vagancia era tal que prefería pasar largo rato oyendo a su esposa decirle todo cuanto pensaba de su forma de ser que enredarse en alguna trifulca casera.
Un buen día de primavera escuchando la tormenta que se preparaba en el hogar tomó su escopeta y seguido por su perro se encaminó a la montaña cercana, con el ánimo de traer algo de comida para la casa y si no lograba la caza se limitaría a darse una buena y larga siesta sentado debajo de uno de los enormes árboles que llenaban las laderas.
Subió y subió esperando encontrar algún conejo, quizás un venado, o algún nido de codornices.
Cansado de caminar, y al ver que no se le presentaba delante nada que lo incitara a cazar se sentó debajo de un frondoso árbol y se prestó a darse una buena y agradable siesta.
Cerrando los ojos comenzó a dejarse llevar por Morfeo, pero al poco rato escuchó unos truenos, abrió los ojos pero, el cielo estaba despejado.
Pensando que era un juego que le había jugado su mente volvió a cerrar los ojos y en menos que canta un gallo volvió a oír el trueno.
Se levantó para otear bien el horizonte, a veces las tormentas anuncian su llegada con truenos desde lejos, si ese fuera el caso y lograba descubrir de donde venían los truenos podría encontrar algún lugar para guarecerse de la lluvia.
Subió sobre una enorme roca que había por allí cerca y buscó por el cielo signos de nubes tormentosas, pero nada.
Cuando se disponía a bajar de la roca vio a un hombrecillo haciendo rodar pesadamente un barril por el sendero.
Esto le llamó mucho la atención, que rayos haría aquel hombre con un barril tan grande por aquellos andurriales?
Lo estuvo observando un momento y al verse descubierto por el hombrecillo lo saludó amablemente para indicarle que era amigo.
El ser lo miró fijamente y Rip en ese momento se dio cuenta de lo extraño que era su rostro, con una barba que le llegaba casi a la cintura, una orejas terminadas en punta, y una extraña ropa que remataba con un gorro.
Rip y hombrecillo se contemplaron un rato como si se estuvieran analizando el uno al otro, ambos estaban extrañados de haberse encontrado en un paraje tan solitario.
De pronto el hombre esbozó una sonrisa y le hizo señas para que se acercara.
Rip así lo hizo, ayudar al prójimo era una de sus señas y como se estaba acercando la hora de comer y él no había cazado nada, posiblemente el ser que se había encontrado lo invitara a comer algo de lo que llevara en su alforja.
El extraño le indicó que empujara el barril y así marcharon por el sendero un buen rato.
Lo cierto es que Rip era de pocas palabras, pero el hombrecillo tampoco se esmeraba mucho en conversar y ambos hicieron camino sin dirigirse mas que miradas de soslayo y alguna que otra semi-sonrisa de cortesía.
Llegaron a una especie de caverna mas o menos grande que Rip nunca había visto en aquellos parajes y cuando vio que el hombre entraba por ella Rip cargó el barril en su hombro y lo siguió.
Los ruidos de truenos y tormenta lejos de alejarse se escuchaban todavía mas cerca.
En unos cuantos pasos, no muchos, la caverna se amplió y apareció una enorme abertura que daba paso a un paraje sumamente extraño.
No sabía Rip si estaba fuera o dentro, pues aunque estaba ampliamente iluminada no se podía ver cielo alguno, las plantas le eran raras, y eso que estaba acostumbrado a vagabundear por el bosque y conocía toda la flora de aquellos lugares, y los habitantes de aquel sitio le parecieron seres raros, muy parecidos a su acompañante.
Ninguno le superaba la cintura, todos eran amables pero extraños y al mismo tiempo hoscos y misteriosos, de miradas esquivas y cuando le miraban fijamente clavaban los ojos en él como indagando en su interior.
Rip oyó nuevamente los truenos pero esta vez tan cerca que le pareció estar dentro de la propia tormenta, como si estuviera allí metida con él en la caverna.
Miró hacía donde procedía el ruido y vio a unos de aquellos seres jugando a los bolos.
Rip sonrió pensando en que todo el temor de tormenta venía realmente de un simple juego, pero al mismo tiempo se preguntó como era posible semejante maravilla?
¿Cómo podían aquellos hombrecillos hacer rodar una bola por el suelo y que sonara como si fuera un trueno?
Según Rip pudo entender, estaban en alguna especie de celebración.
Por un lado se veían a unos hombrecillos preparando algo así como pucheros de los que salia humo y rico olor, en otro lado unos cuantos llevaban el barril que había traído su acompañante y lo subían a una tarima con mucho esfuerzo, y de pronto comenzó la música, Rip volteó la mirada y vio a tres de aquellos seres tocando unos instrumentos que nunca antes había visto, enseguida el jolgorio se esparció por el paraje y los hombrecillos comenzaron a bailar unos con otros e invitaron a Rip a unirse a la fiesta.
No supo en que momento comenzó a bailar, pero lo cierto es que no podía parar de danzar, comía algo de aquellos pucheros y seguía danzando, bebía del barril y bailaba y bailaba.
Todo eran risas, alegría, diversión....
Cuando despertó debajo del frondoso árbol en que se había recostado sintió la boca seca, tenía el cuerpo agarrotado y se desperezó lentamente.
Menudo sueño mas extraño pensó Rip, le dolían las piernas de tanto bailar, bailar? pensó, pero si ha sido un sueño, cómo puedo tener agujetas?
Cuando se levantó, la cabeza le daba vueltas, medio le dolía y notaba una sensación de vacío en el estomago, síntomas todos de juerga.
Rip se rascó la cabeza muy extrañado de todo lo que sentía.
Llamó a su querido y fiel amigo, pero el perro no dio señales de vida.
Pensó Rip que tal vez se habría regresado al pueblo al verlo tumbado en el árbol, pero él nunca lo dejaría solo, absorto en todos estos pensamientos comenzó a bajar la montaña.
Trás haber caminado un buen rato, lo que se le antojo enorme, tal vez por lo cansado que estaba, tal vez por el malestar corporal que tenía o tal vez porque realmente se había adentrado mucho en el bosque, por fin divisó el pueblo al fondo del camino, pero, dónde se encontraba? qué pueblo era aquel que sus ojos divisaban? se habría equivocado de camino? no había ningún otro villorrio por aquellos parajes, mas que su querido y pequeño pueblo.
Qué estaba pasando? qué ocurría?, estaba soñando todavía? no se había despertado del todo? habría sido verdad lo de los hombrecillos y lo tenían embobado?
Aturdido decidió seguir su camino hacia el conjunto de casas a ver a donde le habían llevado sus pasos.
Cuando menos encontraría gente que le orientaría, y le aclararía un poco la mente.
A medida que bajaba la confusión aumentaba.
En el pueblo había muchas casas nuevas, algunos pequeños edificios y muy poca vegetación, dónde estaban los árboles que llevaban al ayuntamiento? aquellos frondosos árboles en los que refugiarse del tórrido sol veraniego? dónde estaba la taberna en la que Rip y sus compadres mantenían largas conversaciones inútiles? dónde rábanos estaba su casa? pero qué camino había tomado Rip?
Apenas comenzó a caminar por las calles la gente empezó a mirarlo extrañada.
Los pueblerinos tenían la misma sensación de extrañeza en sus semblantes que el propio Rip llevaba consigo.
Un corro de niños se acercó a él sin ningún pudor y una pequeña le tendió su mano para ayudarlo a caminar cosa que nuestro hombre agradeció pues sin saber cómo los pasos que daba le cansaban sobremanera.
Poco a poco Rip se fue convirtiendo en la anécdota del día y a cada paso que daba, más y más gente lo rodeaba con cara de extrañeza.
Lo acompañaron a casa del alcalde y lo pusieron delante de la puerta.
En un santiamén salió el alcalde elegantemente vestido y presuroso por ver que le traían sus conciudadanos.
-Decidme buen hombre - empezó a hablar - que os trae por estos lares?
- Soy Rip Van Winkle - respondió - debo haberme extraviado no encuentro mi pueblo - Rip notó como sus palabras le cansaban el ánimo, su voz la sentía cansada, agotada, sin fuerzas.
Cuando dijo su nombre un murmullo se escuchó en el corro que le rodeaba.
El alcalde abrió los ojos estupefacto.
- Qué dice buen hombre? - preguntó
Rip miraba a su alrededor a ver si encontraba algún rostro conocido o al menos alguien que no lo mirara con tanta extrañeza.
- Soy Rip Van Winkle - volvió a decir, - vivo en este pueblo, - dijo, y se rascó la oreja aturdido - o al menos eso es lo que creo, y no se que es lo que ha ocurrido que no conozco a nadie, no encuentro mi casa, dónde están mi mujer y mis hijos, qué ha pasado, qué ocurre? sin saber cómo, Rip comenzó a llorar.
Un gran ohhhhhh de asombro se escuchó y tanto el alcalde como los mas mayores dieron un paso atrás atemorizados ante lo que escuchaban.
Alguien trajo una silla y los cansados huesos de Rip tomaron posesión de la misma, qué gran alivio sintió al poder sentarse, no se había dado cuenta lo cansado que estaba.
El alcalde miró asombrado a aquel anciano sentado en la silla, con unas largas barbas y el rostro arrugado que decía llamarse Rip Van Winkle, un lugareño que formaba parte de las leyendas del pueblo.
Según esa leyenda el hombre del mismo nombre que el anciano había desaparecido muchos años atrás y por mas que hicieron búsquedas por todos los alrededores jamás lo encontraron, su perro que siempre lo había acompañado a todas partes apareció en el bosque donde solía ir y nadie pudo encontrar nunca rastro alguno de Rip Van Winkle.
Apareció al poco una mujer toda angustiada y lo miró atentamente, se acercó al anciano y le miró directamente a los ojos y en ese momento cayó desmayada.
Un gran murmullo empezó a escucharse y el alcalde ordenó hacer entrar a Rip en su casa en donde le dieron de comer, le hicieron tomar un buen baño caliente, le dieron ropa nueva para que se cambiara y cuando por fin salió refrescado y limpio encontró a la mujer que se había desmayado sentada en el salón esperándolo y el rostro lleno de lágrimas.
Saltó de su asiento y lo abrazó fuertemente.
- Padre - le dijo - soy yo Elizabeth, tu hija -
- E, e, Elizabeth? pero, pero, si apenas tenías 5 años cuando me fui ayer al bosque?
- No, no padre, han pasado 20 años desde que te fuiste.
Rip no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, cómo que 20 años? pero si apenas ayer se fue al bosque con su perro? qué había ocurrido? qué estaba pasando?
Ante las miradas atónitas de los allí presentes Rip contó todo lo que recordaba desde que salió de casa, el árbol, el ruido de tormenta, el hombre con el barril, la caminata, la caverna, los otros seres, la fiesta...... todo, contó todo cuanto recordaba.
Al terminar su relato miró a quienes estaban allí reunidos y notó las caras de asombro y estupefacción que tenían.
Nunca nadie supo explicar lo acaecido con Rip Van Winkle, su hija se lo llevó a su casa y allí vivió sus últimos años nuestro personaje, salía poco a la calle porque sus huesos ya no eran los mismos y se cansaba mucho, recibía visitas de médicos que lo examinaban, periodistas que le atiborraban a preguntas, y vecinos curiosos que traían comidas con la excusa de sentarse un rato con el anciano a oír su relato asombroso.
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