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Caperucita Roja



Había en un pueblecito, al lado de un hermoso bosque, una niña que vivía con su madre en una pequeña casa justo a la entrada del mismo.

Todos los habitantes de la aldea que necesitaban ir a buscar setas, o a pescar al río que por el cruzaba, o el cazador que limpiaba el bosque de alimañas pasaban por frente a la casa y allí se detenían a charlar, beber un poco de agua fresca del pozo, descansaban  si hacía calor o se calentaban en los días fríos de invierno.

A la pequeña le llamaban todos, Caperucita roja, pues siempre estaba vestida con una capa de un intenso color rojo y una capucha que la protegía del sol y del viento.

La capa se la había hecho su abuelita que vivía en un claro del bosque y tan bien le quedaba esa capa a Caperucita que no se la quería quitar ni para ir a dormir.

Su madre tenía que ponerse seria con ella para que se quitara la capa roja a la hora de ir a la cama o para lavarla de cuando en cuando.

En esas ocasiones Caperucita estaba desconsolada, la capa roja que le había regalado la abuelita era tan bonita, le quedaba tan bien, y además, hay que reconocer que el rojo es el color más bonito de todos.


Caperucita y su madre iban todos los días a ver a la abuelita a la casa en el claro del bosque, no quedaba muy lejos de su casa, aunque ellas tardaban mas tiempo pues había dos caminos para llegar a casa de la abuelita, uno largo, que mas o menos rodeaba el bosque e iba por la rivera del río en donde estaban los pescadores,  los que buscaban frutillas y aquellos que buscaban setas, que aunque era largo era muy seguro ya que se encontraban con gente y eso, cuando andas por caminos solitarios te da seguridad.

Había otro camino mucho mas corto que atravesaba el bosque pero, ese era mucho menos transitado, solo el cazador pasaba por ese camino de cuando en cuando.


Un día la madre de Caperucita preparó una cesta con fruta, queso y un poco de sopa para llevarle a la abuelita, el cazador que todos los días en su recorrido buscando alimañas visitaba a la abuelita para ver como se encontraba le dijo que estaba en cama enferma.


La madre de Caperucita tampoco estaba muy bien de salud ese día, tenía algo de fiebre por lo que le dio la cesta a la niña y le dijo:
- Caperucita llévale esta cesta a la abuelita y haz que se coma la sopa calentita a ver si se recupera, hazle algo de compañía y vuelve para la casa, no te pongas a parlotear con la gente y no te detengas si ves a algún desconocido, espera en casa de la abuelita a que vaya el cazador y regresa con él.

Caperucita tomó la cesta y comenzó a caminar por el camino que llevaba al río cantando: tralaralarala a casa de la abuelita por el bosque yo voy.




En lo profundo del bosque se encontraba el lobo que tenía un hambre de varios días y tanta era el hambre que soñaba que se comía un venado, y luego una oveja y luego un conejo de postre.





Ay que hambre tengo, - dijo el lobo,- me comería un venado, no, uno no, dos, no dos no, tres y hablando consigo mismo comenzó a caminar por el bosque a ver que encontraba para llevarse a la panza, caminando, caminando se fue acercando a los límites del camino y escuchó a Caperucita que venía cantando.

Tralaralaralaran a casa de la abuelita por el bosque yo voy

El lobo pensó: para qué esforzarme persiguiendo un animal si puedo merendarme a esa niña que viene tan contenta por el camino.

Cuando Caperucita llegó cerca de donde se encontraba oculto salió de su escondite haciéndose el disimulado, como si viniera paseando.

Ah, hola pequeña niña, a dónde vas tan contenta?

Caperucita se recordó del consejo de su madre "no te detengas si ves a algún desconocido" pero, ella no se iba a parar, seguiría caminando y qué de malo había si solo le hablaba?

Voy a casa de la abuelita, que está enferma y le llevo algo de comida para que se ponga buena.

El lobo que era muy astuto fingió conmoverse con lo que Caperucita le contaba.


Oh! enferma?, vaya, vaya, si es que, menos mal que tu eres una buena chica y le llevas algo que comer aunque viva muy lejos la abuelita.

No, - le dijo Caperucita,-  no vive lejos, vive en la casita en el claro del bosque, pero voy por este camino que es mas largo pero es seguro.

El lobo enseguida pensó que en vez de comerse a la niña mejor se comería a la abuelita que estando enferma no podría defenderse y si la niña iba por el camino largo el podría ir por el camino corto y llegar antes que la niña a la casa de la abuelita.

Bueno, bueno, no te detengo mas pequeña vete a casa de la abuelita y podrías recoger algunas flores para que le alegren un poco no crees? - y así - pensó el lobo - llegaré todavía con mas tiempo que tú.

Hum pensó Caperucita es verdad, recogeré algunas flores para la abuelita.

El lobo corrió como un rayo por el bosque hasta que llegó a casa de la abuelita y tocó a la puerta.

-Quién es? - preguntó la abuelita

-Soy yo- dijo el lobo disimulando la voz - Caperucita

-Pasa, pasa mijita que la puerta está abierta.

El lobo entró y al ver a la abuelita no la dejó ni que se sorprendiera, lanzándose encima de ella la zampó de un solo bocado, así sin masticar ni nada, enterita.

Aum, hum, aum, sabe un poco a jarabe para la tos, que rica - se dijo el lobo - pero todavía tengo hambre, la abuelita estaba muy flaca, esperaré a que venga la niña.

Y cogiendo un camisón del armario se metió en la cama a esperar a que viniera Caperucita.

Al poco escuchó la voz cantarina de la pequeña.

Tralara lara lara lara a casa de la abuelita por el bosque yo voy.


Caperucita tocó a la puerta.
Quién es? - preguntó el lobo con voz fina.
Soy yo, abuelita, Caperucita.
Pasa, pasa que la puerta está abierta.

Caperucita dejó la cesta sobre la mesa y corrió a darle un beso a su abuela como siempre hacía cuando la iba a visitar.
Al estar cerca vio lo fea y demacrada que estaba hoy su abuela.
Abuelita que mala cara tienes hoy.
Ay! esta enfermedad que me ha dejado con muchas ojeras y demacrada, pero, ven, ven, acercarte junto a mi.

Te he traído sopa y queso para que te recuperes.
Al acercarse a la cama Caperucita se quedó sorprendida, la abuelita no solo tenía mala cara, sino que estaba horrible.

Abuelita que ojos tan grandes tienes.
Son para verte mejor.
Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes.
Son, Son, son para oírte mejor.
Abuelita pero que manos mas grandes tienes.
Ay, eh, son, para acariciarte mejor mi niña.
Pero abuelita, que dientes mas grandes tienes
Bueno basta ya - dijo el lobo cansado de disimular que era la abuela - estos son para comerte mejor -chilló -

Y saltando de la cama quiso zamparse a Caperucita así como había hecho con la abuelita.
Caperucita chilló asustada, eres el lobo, que has hecho con mi abuelita, me has engañado.


 Por ventura el cazador justo pasaba por frente a la casa de la abuelita en ese momento y escuchando los chillidos asustados de Caperucita entró corriendo escopeta de perdigones preparada.

En cuanto vio al lobo acorralando a Caperucita para zampársela le dio una buena andanada de perdigones de sal en el culo.

- Auuuuuu - chilló el lobo -
Los perdigones de sal escuecen muchísimo -, entonces el lobo dando un salto, se dio un testarazo contra una viga y cayó desmayado al suelo.

Caperucita estaba temblando del susto.

Dónde está la abuelita? -preguntó el cazador.
No, No, No lo se, - contestó Caperucita.
Oyeron un voz lejana que decía: - aquí, en la barriga del lobo que me zampó enterita.

El cazador tomando un cuchillo abrió la barriga del lobo y sacaron a la abuelita, entre los tres pusieron piedras en la barriga del lobo y lo llevaron al río.

Cuando el lobo se despertó tenía un gran dolor de cabeza, un escozor en el culo y la barriga llena.

Hum, qué ha pasado? - se dijo - me ha sentado mal la abuelita tengo el estomago pesadísimo no volveré a comer carne humana, no me sienta nada bien.

Y tomando el curso del río se perdió para siempre.







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