Hace mucho tiempo, en la hermosa ciudad de París había un rico mercader que tenía 3 hijas, Lulu, Fifi y Bella.
Lulu y Fifi eran lo que se llaman niñas ricas, frívolas, caprichosas, gastadoras... sin embargo Bella era serena, sencilla y sobre todo muy humana, trataba siempre con gentileza a los criados y gentes de menor condicion social.
A Bella le gustaba mucho la lectura, pasaba horas y horas leyendo libros de poesía, aventuras o romances.
La relación con sus hermanas no era por así decirlo buena, pues al ser tan diferente, Lulu y Fifi se reían de lo simplona y rampante que consideraban a Bella. Por su parte Bella pasaba olímpicamente de la opinión superficial que tenían sus hermanas de la vida y las relaciones entre la gente.
Bella disfrutaba conversando con el panadero o la verdulera del mercado, escuchando sus historias, cuentos y anécdotas, aprendía mucho de la forma en que la gente humilde vive y disfruta la vida con muchas menos cosas de las que ella y sus hermanas tenían en el hogar.
El padre viajaba mucho, salía a los puertos a ver cómo y en qué condiciones habían llegado las mercancías que importaba, luego tenía largas reuniones con los compradores de sus géneros y por fin regresaba al hogar con los regalos que sus hijas le habían pedido: vestidos, alhajas, o sombreros para Lulu y Fifi y un libro para Bella. A veces para Bella traía algún objeto de tierras extrañas por las que viajaban los navíos en que importaba sus mercancías, y así Bella tenía su rincón de artículos de tierras lejanas: un títere con una nariz muy larga traido de Italia, un dragón de la lejana China, una grulla de papel hecha en Japón con algo que se llamaba Origami y varias cosas mas con las que Bella viajaba mentalmente a esas tierras extrañas y remotas.
Sucedió que un día el padre regresó a casa de uno de sus viajes muy triste y pesaroso, venía sin obsequios y muy abatido.
Había ocurrido una terrible desgracia, el barco en que venían las mercancías había desaparecido en una tormenta marina y nadie sabía el paradero ni del barco, ni de las mercancías ni de los tripulantes.
Al no haber género para vender se encontró así de pronto en la mas absoluta de las miserias, tenía algunos ahorros pero no eran suficientes para pagar a quienes le habían prestado el dinero para importarlas.
En semejante situación pronto le embargaron todo lo que tenía para ir pagando a quienes les debía dinero.
No tuvo mas remedio que trasladarse al campo a vivir con sus tres hijas.
Lulu y Fifi, no se acostumbraban ni un poquito a las incomodidades de su nueva situación, no había criados que limpiaran, lavaran o cocinaran así que ellas tenían que hacer todo lo referente a mantener un hogar.
No hay que decir que quien en verdad se esforzaba por llevar la casa lo mejor posible era Bella, que aunque tampoco estaba acostumbrada a esos quehaceres hacía todo lo posible por conciliar la nueva vida que ahora les tocaba vivir.
Un buen día el padre recibió un notición que alegró a todos; el navío que se había perdido en la tormenta había aparecido en un puerto con todas las mercancías en buen estado.
Sus penurias habían terminado¡¡¡¡
Presuroso se puso su mejor camisa, una casaca, un sombrero y montando en el caballo se despidió de sus tres hijas.
Lulu le pidió un camafeo de marfil.
Fifi un sombrero que fuera lo último de la moda en París.
Bella le pidió una rosa.
Montado en su caballo, contento y feliz el padre se marchó a galope hacia los puertos.
He aquí que lo sorprendió una tormenta de verano con gran viento y un aguacero terrible.
El padre errando el camino se perdió en la ruta hacia los puertos y terminó sin saber cómo en unas tierras extrañas, con mucho matojo, zarzas y caminos por los que se notaba hacía mucho no pasaba nadie.
A lo lejos divisó un palacio enorme, se encaminó hacia el para secarse y guarecerse del mal tiempo.
Al llegar a las puertas del palacio lo vio ruinoso y descuidado, faltaban cristales en las ventanas, la maleza crecía a sus anchas, las fuentes estaban llenas de hojas.
Sintió temor, pero aun así llamó a la puerta y ésta se abrió como por encantamiento.
Penetró en el interior de la inmensa sala de recepción y oh! sorpresa! estaba limpia y ordenada, la chimenea estaba encendida y todo parecía muy cuidado.
- hay, hay alguien - preguntó - hola? me he perdido, perdón por entrar pero me gustaría guarecerme de las inclemencias del tiempo, hola?
Nadie contestó a sus preguntas.
Solo me calentaré un poco en el calor del fuego, secaré mis ropas, espero no molestaros.
El silencio fue la respuesta.
Acercándose al fuego de la chimenea vio una mesa llena de comida y jarras con agua y vino.
Se calentó un poco esperando que alguien viniera a hablar con él, pero nadie se acercó, muy extrañado de todo cuanto le estaba pasando se aproximó a la mesa y mirando para todos lados por si lo estuvieran espiando se sentó a comer aquellos alimentos que estaban allí esperándole.
Comió y sació su hambre y su sed.
Volvió a mirar a su alrededor para ver si algún sirviente viniera a recoger las viandas, pero todo estaba tan silencioso y vacío como cuando entró.
Caminó por la estancia y pudo comprobar lo rica y esplendorosa que debió ser la persona que era dueña de semejante palacio, no entendió bien lo chocante que resultaba la parte exterior, fea, desvencijada y abandonada para luego en el interior estar tan bien cuidada, limpia y ordenada.
Sin darse cuenta, con la barriga llena y con lo acogedor que le resultó el calor de la habitación se quedó dormido sentado en uno de los mullidos sillones.
Al despertarse se quedó un tanto aturdido de encontrarse en aquel lugar.
La mesa había sido recogida, limpiada y todo estaba reluciente.
El fuego en la chimenea seguía encendido.
Hola? - volvió a preguntar - gracias, muchas gracias por vuestra amabilidad, quisiera daros las gracias en persona por tanta gentileza que habéis tenido conmigo...
Nadie contestaba a sus palabras, sin embargo, sabía que lo estaban observando.
Tomando su sombrero y la capa se encaminó hacia la puerta.
Gracias amables gentes, muchas gracias por vuestra hospitalidad. - dijo y salió de la sala con un poco de desconcierto ante el silencio que le rodeaba.
Su caballo también estaba seco y cepillado, se ve que lo habían cuidado y le habían dado de comer.
Al irse a montar vio un rosal con unas hermosas rosas, grandes y fragantes.
Recordándose de la petición de Bella se acercó y cortó una de aquellas flores.
No bien hubo hecho esto oyó un terrible rugido a sus espaldas y de sopetón se le presentó delante un ser mucho mas grande que el, corpulento y una cara horrible.
- No te ha bastando con mi hospitalidad sino que encima me robas?
- Yo, yo, - balbuceó el padre - no, no
- Eres como todos - le gruñió el ser - solo sabes aprovecharte de la bondad de los que te rodean.
- Por favor, mi señor, no os enojéis conmigo, he cometido la imprudencia de cortar una rosa para mi hija Bella, es solo una rosa.
- Tu hija, tu hija, mientes, como todos, tienes horror de verme, he cuidado de ti, te he dado de comer, y así me pagas? mintiéndome?
El ser horrible agarró al padre en vilo y lo llevó a las mazmorras para encerrarlo por su afrenta.
- Piedad - suplicó el hombre -, por favor, perdóname por mi delito, qué será de mis hijas si me encierras?
La bestia lo miró y dándole un espejo le dijo: muestrame a tus hijas, este es un espejo mágico que te enseñará aquello que deseas ver.
El hombre tomó el espejo y al momento se reflejaron sus tres hijas, Fifi y Lulu acicalándose una a la otra y Bella leyendo un libro.
Está bien, - le dijo la bestia - te doy permiso de que vayas a despedirte de ellas por última vez y dejes todo arreglado para que no les falte nada, pero volverás y si no lo haces iré en tu búsqueda y arrasaré toda tu casa.
El hombre montando en su caballo salió a galope alejándose a toda prisa de aquel extraño paraje.
Al llegar a su casa narró a sus hijas los terribles acontecimientos que le habían ocurrido.
- No vuelvas - dijo Fifi.
- Llamaremos a los guardias para que nos defiendan de ese ser - dijo Lulu.
Bella callaba al ver la desesperación de su familia - todo ha sido por mi culpa - pensó - si no hubiera pedido la rosa esto no habría pasado.
Al llegar la noche y mientras todos dormían ensilló al caballo y se encaminó al castillo del monstruo.
-Llévame al palacio de la bestia - le dijo al caballo y éste lo hizo.
Cuando llegó al palacio la bestia salió a su encuentro con rostro enfurecido.
-Qué haces tú aquí? - preguntó -
-Soy Bella, la hija del hombre que habías detenido, vengo en su lugar, pagaré yo por su crimen.
-Qué - rugió el ser - quien cometió el delito fue él no tú.
-Si, - le contestó Bella - pero fue por mi culpa, si no le hubiera pedido la rosa, nada de esto habría ocurrido.
-Pero - habló la bestia - te quedarás aquí para siempre, conmigo, verás mi horrible rostro día tras día, estas dispuesta a eso?
Bella lo miró y haciendo acopio de todo su valor asintió.
La bestia llevó a Bella a una hermosa habitación con vistas a los jardines posteriores del palacio.
Día tras día Bella bajaba y paseaba por todos los rincones de palacio, la bestia al principio la observaba desde lejos, tenía temor de que Bella sintiera repugnancia de su aspecto, pero al paso de los días poco a poco fue aproximándose a ella y en su interior comenzó a enamorarse.
Bella por su parte agradecía las amabilidades de la bestia y al transcurso de los días se fue acostumbrando a su brusquedad y empezó a ver algo mas en el interior de aquel ser horrible en apariencia pero de gran amabilidad.
La bestia le enseño todos los recovecos del castillo, los lugares escondidos de los jardines, los rincones del palacio desde donde podía ver hermosos amaneceres o increíbles puestas de sol.
Bella y Bestia tenían largas conversaciones sobre libros, cuentos, historias y leyendas que unas veces contaba ella y otras él.
Curiosa por saber la historia de Bestia le preguntó un día:
- Y dime, cómo es que alguien como tú, culto, inteligente, sabio, te has convertido en un ser tan solitario, dejado de todos y...
- Y horrible - dijo Bestia -
Bella calló, no quería ofenderlo.
-Sucedió - empezó a hablar Bestia - que hace muchos años, siendo yo muy joven murió el conde, mi padre, y aunque yo no tenía edad suficiente para gobernar tenía que tomar su lugar mas uno de los requisitos era el matrimonio.
Tenía el conde, mi padre por esposa a una dama aristocrática, mi madre había muerto al nacer yo, que era muy avariciosa y cuando el conde murió quiso tomar su lugar pero, como te he dicho, yo era su heredero y era a mi a quien correspondía ser el nuevo conde.
Urdió mil formas y conjuras para gobernar ella en mi lugar pero todo le resultó imposible.
Ante su insistencia y ambición los asesores decidieron expulsarla para siempre de los dominios del conde, pero ella visitando a una gran hechicera formuló una terrible maldición sobre todos los que estábamos en el condado en ese momento y a todos los moradores los convirtió en estatuas de piedra que tan solo dejarían su estado para limpiar, cocinar, asear o defender el palacio si fuera necesario, es por eso que puedes ver todo siempre dispuesto Bella, si alguno osara alejarse del condado inmediatamente se convertiría en polvo, y a mi, me maldijo con esta horrible apariencia para que nadie se acercara a mi sin sentir repulsión por esta horrible imagen.
Bestia no quiso contarle a Bella que en verdad toda la maldición quedaría desecha si Bestia lograba encontrar el amor, es decir si alguien se enamorara de él a pesar de su horrible imagen, no se lo contó porque estaba enamorado de Bella, y no quería que ella tuviera lastima de él sino que realmente lo amara como cualquier pareja ama a su cónyuge.
Bella se sorprendió con la historia de Bestia y sin saber cómo empezó a sentir algo de cariño en su corazón, pero eso que sentía qué era, amor o compasión?
Durante algunas semanas Bella y Bestia siguieron compartiendo historias, paseos y bellos atardeceres y poco a poco el amor de Bestia crecía tanto que no podía imaginar la vida sin Bella a su lado.
Bella había traído felicidad y compañía a su solitaria existencia.
El palacio había cambiado tanto que no parecía ser el mismo desde la llegada de Bella.
En varias ocasiones Bestia quiso declararle su amor pero no se atrevía y se comía sus palabras por temor a que lo rechazara y se rompiera esa hermosa relación que tenían.
No podía imaginar su vida sin la existencia de Bella a su lado, no podía volver a la terrible soledad y abandono en la que se encontraba su vida antes de la llegada de Bella.
Por su parte Bella descubría a un ser maravilloso dentro de aquel horrible rostro que aunque deforme e inmensamente velludo le parecía descubrir a alguien hermoso con unos sentimientos maravillosos y demasiado humanos como para seguir llamándole Bestia, aunque tampoco estaba segura de sentir amor por aquel ser, se preguntaba si era lastima, y por pena no puedes vivir con alguien.
Un día Bella le pidió que le permitiera ver a su familia mediante el espejo mágico, Bestia dudó pero trajo el espejo y cuando Bella se puso delante observó a su familia llorosa y preocupada pues el padre estaba enfermo.
Bella se entristeció mucho al ver a su padre en la cama y le pidió a Bestia que le permitiera ir a ver a su familia.
Bestia aceptó la petición de Bella y le pidió que volviera a su lado aunque en su interior sintió que una vez lejos del palacio ella lo olvidaría, conocería a algún apuesto joven y se quedaría lejos.
Por supuesto no cumpliría la amenaza hecha al padre, y al verla partir montada en el caballo su corazón quedó roto pensando que estaba perdiendo a la persona que le había hecho sentirse un ser humano y no la horrible bestia en que se había convertido por el hechizo.
Cuando Bella llegó al hogar sus hermanas la abrazaron con gran alegría.
-Pensamos que no volveríamos a verte - le dijeron.
- Padre enfermó de pena al saber que te habías entregado a ese horrible ser, no quiere comer, la tristeza lo consume -
- Te has escapado? -
-Dónde esta padre? - preguntó Bella .
La llevaron al cuarto y allí Bella habló con su padre y le pidió que se recuperara, que ya ella había vuelto.
Efectivamente poco a poco el padre se fue recuperando, comía, trataba de caminar y la alegría regresó a su cuerpo al ver a Bella a su lado.
Bella pasaba largos ratos sentada con sus hermanas y su padre a las puertas de la casita, les contaba todo lo que había vivido en el castillo, los lugares que había descubierto, la maldición de Bestia, los atardeceres desde las terrazas del palacio y los paseos que hacía con su captor.
- Qué horror - le decían sus hermanas - yo no podría tan siquiera tocar a un ser tan espantoso -
- Pero, no, dentro de esa imagen tan horrible hay una persona, alguien que ríe y llora y tiene sentimientos, penas, anhelos, deseos... - les contestaba Bella -
Su padre la miraba sin decir nada, conocía a su hija y sabía que se estaba enamorando de aquel ser.
- Hija - le decía - no te olvides que es una bestia, no puedes considerarlo un ser humano, puede que por tu gentileza se comporte de manera diferente, pero no dejará de ser una bestia, un oso siempre será un oso por muchos cuidados que le des y si le falta alimento no dudará en comerte, su alma de oso será superior a los cuidados que le hayas brindado.
Bella pensaba en estas cosas cuando por la noche se arropaba en la cama, pero al mismo tiempo recordaba lo gentil, amable y agradable que era Bestia con ella, todo lo que había cambiado desde su llegada al palacio, pero, cuáles eran sus sentimientos por Bestia? amor? compasión? piedad? simplemente era un buen amigo?
Sin darse cuenta los días pasaron como pasan los minutos, así en un plis.
El regreso al hogar de Bella había devuelto la alegría a aquella casita campestre, el padre se recuperaba poco a poco y sus hermanas seguían como siempre coquetas y presumidas aunque mucho mas humanas con sus semejantes.
En el castillo Bestia poco a poco languidecía en su tristeza, por un lado se arrepentía de haber dejado marchar a Bella, si la hubiera mantenido a su lado quizás, quizás, tal vez, a lo mejor, se hubiera podido enamorar de él, quererlo aunque solo fuera un poco, pero por otro comprendía que no puedes obligar a nadie que te ame, ni que sea tu amigo, ni siquiera que disfrute a tu lado, cómo podría mantener a Bella a su lado si ella no lo amaba? cómo no permitirle que fuera feliz? amaba a Bella, cuando amas a alguien no puedes ponerle cadenas para que no se vaya de tu vera, eso no es amor, el amor es simplemente eso, amor, sentirte feliz con alguien a tu lado pero no a la fuerza sino por voluntad propia.
Bestia pasaba horas y horas acrecentando su tristeza y pensando en la soledad que tuvo y tendría siempre por esa apariencia espantosa a la que había sido condenado.
El pensamiento y su fuerza son tan sólidos como los cimientos de aquel palacio en que moraba, poco a poco esa tristeza que sentía y su profunda pena frente a la soledad y el abandono fueron haciendo mella en su capacidad de resistencia frente al mal que lo apenaba.
No comía, no paseaba, apenas salía y su salud se fue debilitando un día sí y otro también.
Vagabundeaba por los pasillos del palacio, se sentaba en las escaleras y allí permanecía horas pensando en su desgracia, añorando a Bella, deseando no haberle dado el espejo mágico para al menos poder ver su rostro aunque fuera de cuando en cuando y así se iba consumiendo su energía vital.
En la casa campestre todo era felicidad y alegría, Padre había recuperado totalmente la salud, Bella y sus hermanas charlaban de proyectos, de novios que rondaban por las tardes la casita e incluso de uno de ellos que se atrevió a traer una serenata una tarde de verano haciendo la felicidad de todos.
Bella ensimismada en todo aquel jolgorio y regocijo había olvidado su promesa de regreso al castillo, cada noche se decía: en cuanto padre se mejore del todo me voy, cuando Lulu su decida por este o aquel pretendiente me marcho, el mismo día que Fifi se case me iré al palacio con Bestia.
Así pasaron semanas, Bella incluso había olvidado que se trajo el espejo mágico con ella, una noche envuelta en sus pensamientos recordó el espejo y sacándolo de su envoltorio le pidió que le mostrara a Bestia.
Su alegría se transformó en espanto al ver a Bestia lánguido y apagado, sentado en el sofá de aquel inmenso salón con el rostro demacrado y profundamente flaco, incluso le pareció menos corpulento, a ojos vista Bestia se estaba consumiendo.
En ese preciso momento comprendió que lo que sentía verdaderamente por Bestia no era lástima, ni compasión, ni cariño de amigo, era auténtico amor. Su corazón se rasgó pensando en que no podría ver de nuevo a Bestia.
Bajó las escaleras y entró en la cuadra, ensilló al caballo y partió presurosa en busca de Bestia.
En el palacio, Bestia consumía sus últimos momentos, de su boca salía una y otra vez una sola palabra Bella, le salía suave, como si no tuviera fuerzas para dejar escapar el nombre de su amada, cerró los ojos esperando ya definitivamente dejarse llevar al otro mundo, el de los muertos, en donde el hechizo ya no estaría presente y sería el príncipe que siempre fue, los sonidos que le rodeaban fueron apagándose poco a poco y vio una luz lejana y una voz que lo llamaba Bestia, Bestia, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban medio abrió los ojos y vio a Bella a su lado, llorando sobre él tomándolo en sus brazos.
- No, decía la voz - no me dejes, por favor, te amo, no puedes dejarme ahora, quiero estar contigo siempre.
Como si de una medicina milagrosa se tratara aquellas palabras llenaron de vigor su esmirriado cuerpo y abriendo los ojos del todo, comprobó que no estaba muerto, que no estaba soñando, que efectivamente Bella estaba a su lado, abrazándolo y dándole cariño, lloraba angustiada.
-Be, Bella, eres tú! - balbuceó - cómo es posible?
- Oh Bestia, por favor, no me dejes, te amo, no lo comprendí hasta ahora.
- Pero, pero Bella, - le dijo - mírame bien, has visto mi aspecto horrible.
Ella lo miró sonriente y le besó con todas sus fuerzas, te amo - le dijo - te amo y eso es lo que importa.
En ese momento algo parecido a un rayo de luz iluminó el salón, se posó sobre Bestia y aquel horrible rostro fue desapareciendo y en su lugar donde había enormes colmillos aparecieron dientes, donde había largas orejas aparecieron dos orejas humanas, el pelo que inundaba el rostro desapareció dejando una barba de varios días y ante los ojos atónitos de Bella, Bestia se transformó en un hombre.
- Que, qué ha pasado? dijo bella aturdida -
La maldición, la maldición se ha roto - gritó él - oh Bella, tu amor, tu amor me ha devuelto a mi apariencia real.
La abrazó fuertemente y esta vez fue él quien la beso con pasión.
Bella estaba dudosa de todo cuanto acababa de presenciar, le miró a los ojos, y vio aquellos ojos y ternura que había descubierto en Bestia.
Si, era él.
Se abrazaron y pasaron un buen rato observándose, riendo y acariciándose.
Con el transcurso de los días Felipe, pues ese era su verdadero nombre y no Bestia, se recuperó y pronto se puso fuerte y recobró totalmente la salud.
Bella sentía receló de poder amar a aquel joven después de haber amado a lo que había sido antes, una bestia, pero con el paso de los días, de las charlas, los paseos, comprendió que debajo de aquella apariencia de bestia siempre se había escondido Felipe, el que ahora la abrazaba, la acompañaba y le hacía reír y soñar.
Vivieron felices y todos cuantos conocían la historia la fueron desparramando por el mundo entero, y todos siempre terminaban el cuento de Bella y Bestia diciendo:
Solo el amor es capaz de romper los mas horrendos hechizos.
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