Había en una granja llena como todas las granjas de animales, una ratoncita muy bonita, que cada mañana barría la puerta de casa pues entre las gallinas que dejaban todo lleno de plumas, el perro que no hacía mas que soltar pelos por todas partes y las vacas que cuando pasaban de la cuadra al prado lo dejaban lleno de sus boñigas, la ratita tenía que todas las mañanas escoba en mano, dejar la entrada de su ratonera hecha un primor.
Ese día estaba barriendo y así de pronto vió algo que brillaba, se acercó y resultó ser un centavito.
Manuda sorpresa se llevó, qué fortunón!!!!
Al momento empezó a pensar qué haría con aquel dinero?
Se puso un sombrero, atusó la falda y se fue al mercado.
Caminó y caminó y se detuvo frente a la mercería, en el escaparate había telas, encajes y cintas de colores.
Compró un buen trozo de cinta de raso rojo y con mucha pericia se hizo un lacito que se puso en la puntita del rabo.
Pero, qué guapa estaba la ratoncita!!!!
A la mañana siguiente cuando salió a barrer la puerta de su casa el primero en verla tan hermosa con su lacito rojo fue el gallo que venía de despertar con su canto a toda la granja.
Caramba! ratoncita, qué guapa está hoy!
La ratita sonrió coqueta.
Te casarías conmigo? le preguntó el gallo.
Y por las noches que harás? le dijo la ratita.
Kikiriquiiiiiiii, le respondió el gallo, tengo que practitcar mi canto para despertar a los animales de la granja todas la mañanas.
Ay! no, no, qué va, no me dejarás dormir. Le respondió la ratoncita.
Pasó después el perro que venía de cuidar a las ovejas y cuandó la vio tan, tan bonita se le acercó zalamero y le preguntó: ratita, bonita, guapa, te casaría conmigo?
Hum, a ver, y por las noches que harás?
Qué haré? qué haré? pues ladrar como debe ser, tengo que estar vigilante por si viene algún zorro a buscar las gallinas, o algún lobo a comerse las ovejas, ladraré así, auuuuu, guau, guau, auuuu, guau, guau.
No, no, no, no, me asustarás mucho, no pegaré ojo.
El perro se marchó cabizbajo y la ratita continuó barriendo tranquilita sin meterse con nadie.
Había en esa granja un ratoncito, muy, muy tímido, que siempre había estado enamorado de la ratoncita y por su timidez nunca se había atrevido a hablarle, pero aquel día armándose de valor se acercó a la ratita.
Ho, ho, hola, le dijo, bu, buenos días, ratoncita, cómo estas?
La ratita que se había cansado de tanto zalamero rondándola lo miró y le dijo: Lo siento ratoncito, estoy muy liada en este momento, no puedo hablar contigo.
El pobre ratoncito que por fín había sacado fuerzas para hablar con ella se quedó con un palmo de narices y se fue al bosque triste y cabizbajo.
Cuando la ratita terminó de barrer se metió en su casa y al poco llamaron a la puerta.
Hola, le dijo el gato zampón, esta mañana te he visto tan guapa, y hace un día tan hermoso que he preparado una cesta para invitarte a un picnic.
Yo, yo, no se, le respondió la ratita aturdida de semejante petición.
Vamos, no me vas a dejar con todo preparado, le insistió el gato.
Bueno, está bien, la verdad que hace un día muy hermoso, he trabajado mucho y me merezco un descanso.
Se fueron a un prado muy apartado de la granja.
El ratoncito al ver que su amada se marchaba con el gato se mosqueó porque conocía al gato, sabía que era un tramposo, un engañabobos y dudaba de las buenas intenciones para con la ratoncita, así que decidió seguirlos.
Una vez en el prado, el gato puso una manta sobre la hierba, se sentó en un extremo y la ratita con su hermoso lazo rojo en la puntita del rabo se sentó en el otro extremo.
El ratoncito los observaba desde un árbol cercano, al verlos tan tranquilos sentados en la hierba hablando pensó que se había equivocado, pero prontó comprobó que no, que el malvado gato tenía planes perversos.
Qué día hermoso verdad? dijo el gato.
Verdaderamente, hacía mucho tiempo que no salía a pasear, contestó la ratita, todo es trabajar, barrer, limpiar.
Hoy estás mas bonita que otros días, dijo el gato, mas apetitosa.
Al escuchar ese comentario la ratita sintió miedo, tomó la cesta de comida y la abrió pero estaba vacía, muy asustada le dijo al gato, dónde está la comida?
Entonces el gato zampón demostró su verdadera intención, la comida eres tú, le dijo y arqueando el lomo acorraló a la ratita.
Noooo, gritó la ratita asustada.
En eso el gato pegó un respingo y saltó por los aires asustado, marramamiau, chilló.
El ratoncito valientemente había salido de su escondite y acercándose con cautela le dio tal mordisco al rabo del gato que casi, casi se quedó con un pedacito de rabo en su hocico.
El gato asustado y dolorido corrió como si lo persiguiera el perro mas grande del mundo y se perdió para siempre.
La ratita miró a su salvador y sonrió contenta.
Ho, ho, hola, le dijo el ratoncito, estás bien?
Siiiii, gracias ratoncito, me has salvado, te gustaría acompañarme a casa?
Claro que sí, le dijo el ratoncito muy contento.
La ratita le agarró del brazo y fueron caminando para la granja.
Al poco tiempo se casaron y vivieron muy felices porque el ratoncito por la noches dormía y callaba, dormía y callaba.
Y colorín, colorado.....
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