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El cuento del Brahman

 
 
 
 
 

 
 
 
Desde la misteriosa India nos llega este cuento.

En una ciudad de aquellas tierras vivía un Brahmán que así se llama en ese país a un hombre dedicado a meditar en las cosas buenas que mandan sus dioses.

Este Brahmán era muy susceptible al ruido, le gustaba estar tranquilo, reposado, sereno y por este motivo tenía frecuentes discusiones con los niños  pues en sus juegos gritaban, corrían y  hacían muchísimo escándalo.

Las peleas entre el Brahmán y los niños eran continuas, un día sí y otro también salía furibundo a la puerta de su casa a chorrearle a los chiquillos amonestaciones varias e incluso alguna que otra vez los amenaza, chancleta en mano, sobre lo que les ocurriría si no se estaban bien calladitos.

Los niños trataban de abodecer y callaban en ese momento, se mantenían un rato en silencio pero, quién puede hacer callar la algarabía de un niño en sus correrías?

La tranquilidad que el Brahmán pedía duraba pues eso, un rato, a veces largo a veces corto, pero en cuanto uno de los muchachos le daba al otro con el "tú la llevas" y salía corriendo en dos minutos se volvía a formar el escándalo en la calle.
 
 
 

 


Los vecinos le llevaban al hombre comida para que se mantuviera y de esta manera pudiera dedicarse a la meditación y así dar buenos consejos a quienes se lo pidieran a la vez le allegaban a que se tranquilizara con respecto a los crios.

- no se enfade - le decían - son niños, tratan de no hacer ruido pero....

- ande - le comentaba otro - tómese este plato de arroz que le traigo y deje que los niños jueguen, si total ya sabe que cuando un muchacho está silencioso es cuando hay que tener motivo de preocupación porque significa que está enfermo.

Un buen día un vecino le trajo todo un cántaro lleno de arroz y se lo obsequió.
 
El Brahmán se puso muy contento con semejante cantidad de arroz no solo podría comer durante varios días sino que además podría vender buena parte y sacar dinero extra.
 
Colocó el cántaro encima de su estera y se puso a meditar y mira por donde se quedó profundamente dormido y comenzó a soñar.

En ese sueño el Brahmán acudía al mercado con su cántaro de arroz y lo vendía al momento, al ver el buen dinero que le habían dado por su mercancía compró unos pollos que llevó a su casa y allí los alimentó y cuando crecieron, los vendió y compró unas cabras que le daban leche la cual vendía a buen precio a sus vecinos y con la leche que le sobraba hacía quesos que vendía en el mercado.

Con tan buena fortuna que vendiendo leche y quesos pudo hacerse con una vaca que también supo aprovechar para hacer todavía mas queso y así logró hacer muy buena fortuna, pues a medida que vendía sus productos, compraba mas animales y cada vez tenía mas dinero.
 
 
 

 


Cuando su fortuna fue lo bastante grande compró joyas y un elefante al que adornó profusamente y con el que viajaba montado en su lomo asombrando a todos los que le veían.

Una vez puesto en tan grande posición económica buscó esposa y según su caché ya no le servía cualquier muchacha sino que tenía que ser una de muy alta alcurnia.

Contrató los servicios de un buen casamentero, los casamenteros y casamenteras son personas que en otros tiempos se dedicaban a establecer relaciones matrimoniales, presentando a posibles parejas para que se unieran.

Este casamentero era muy bueno en su labor y le presentó a un riquísimo comerciante de telas que tenía una hija en edad de matrimonio.

Comenzaron las charlas y en cuanto ambos novios se gustaron prepararon el matrimonio.

Fue un gran acontecimiento, adornaron la calle e invitaron a todos los vecinos.

Hubo abundancia de comida, pasteles de arroz y diferentes jugos preparados con frutas que se repartieron entre los invitados, de piña, de mango, de plátano, de naranja... dulces exquisitos de fresa, maracuyá, guanabana, papaya estos postres hermosamente presentados hicieron las delicias de los más golosos, fue una boda por todo lo alto, había músicos y danzarines, artistas que contaban historias y hasta un domador de elefantes.

El Brahman dormido en su estera sonreía con ese maravilloso sueño de riqueza y buena fortuna que estaba teniendo.
 
 

 


Una vez casado y ya sabemos que en los sueños no hay tiempo ni lugar sino que las cosas ocurren porque si, ya estaba con varios hijos viviendo con mucha armonía en su hogar.

Pero su mal talante para con los niños ni siquiera en el sueño le abandonaba y hete aquí que dentro de su ensoñación persegía a sus hijos regañándoles y porfiriendoles cualquier cantidad de improperios para que lo dejaran descansar en paz en sus meditaciones.

El Brahman tan furioso estaba que hablaba incluso estando dormido: fuera, malandrines, id a otro sitio con vuestras correrías y chiquilladas, dejadme dormir tranquilo.

Luego murmuraba algo que no se entendía y volvía a gritar: basta de algarabía y correderas de aquí para allá, no sabéis estar tranquilos?

En el sueño al igual que en la realidad los chiquillos se tranquilizaban un rato pero era un rato, al momento que uno de ellos le daba un pellizco a otro y las risas y chanzas empezan de nuevo, si uno reía  contagiaba al otro con su risa y en un pis pas ya estaban otra vez corriendo y escandalizando.

El Brahman enfurecido salió dentro de su sueño con una babucha de fina tela en su mano a perseguir a los muchachos.

Venid aquí chiquilicuatres os voy a enseñar yo lo que es el respeto.

Claro, los niños corrían mucho mas que él y no lograba alcanzarlos así que tomando la babucha en la mano amenazadoramente y levantándola la blandió en el aire.

Cómo os alcance os voy a dar así y así y así.
 
 
 
 

 


Tal era su enfado dentro del sueño, que dormido y todo como estaba comenzó a moverse como si estuviera despierto y empezó a sacudir manos y piernas aparatosamente y en una de esas zas que le dio tal golpe al tarro con arroz que el vecino buenamente le había regalado que lo reventó y desparramó todo el arroz por el suelo.

En eso el Brahman se despertó, por el ruido del tarro al romperse, por el dolor que sintió al darse semejante golpe y poniéndose en pie comprobó el desastre ocasionado.

Al ver el desaguisado que armó se quedó aturdido, pero, pero, pero si todo fue un sueño, se dijo consternado.

El poco arroz que pudo recuperar le sirvió para prepararse apenas un plato de comida.

Todos sus sueños de abundancia y prosperidad quedaron allí tirados.

El Brahman esta vez se sentó a meditar mientras comía su plato de arroz y pensó mucho en todo lo que le había ocurrido en su sueño.

Afuera de su casa escuchaba las correrías de los muchachos, pero, en esta ocasión los dejó tranquilos.

Tenía mucho que meditar. 
 
 
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