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La Sirenita

Habéis de saber que el mundo es muy grande, hay multitud de cosas que nos son desconocidas, aun en nuestros días, que pensamos y creemos saberlo todo y conocerlo todo, nos asombra mucho encontrar misterios que no pueden ser explicados.

El mar, es enorme y es muy desconcertante para los hombres, pues hay muchas cosas acerca del mar que nos son totalmente ignoradas.

Tiene profundidades a las que ningún submarino ha podido llegar, hay montañas más altas que el propio Everest, hay praderas, bosques, volcanes; el mar es un gran desconocido para la humanidad.

Se ha intentado y se quiere conocer todo lo que el mar tiene y esconde, pero aun en nuestros días, con la tecnología existente, aun con todo eso, el mar guarda muchos secretos y misterios que tendrán que ser descubiertos en el momento oportuno.

Esta historia va sobre unos seres que habitan el mar, las sirenas, hay gentes que dicen haberlas visto, otros dicen que es un invento de las mentes de los marineros, pero el caso es que nuestra historia nos habla de una sirena que vive en las profundidades marinas.


 

Las sirenas tiene voces preciosas, usan sus cantos para avisar a los marinos de los peligros que les puedan acechar, así como tormentas, arrecifes que les son invisibles y en los que los barcos encallan, y otras circunstancias peligrosas.

Claro, hay quienes dicen que en verdad las sirenas atraen a los marineros con sus melódicas voces para todo lo contrario, los arrastran embobándolos con sus cantos hacia las rocas para que allí naufraguen y ellas llevarlos a las profundidades marinas.

Bueno, siempre hay varias versiones de lo que ocurre en el mundo.  

El caso es que las sirenas son uno de esos misterios que guardan los grandes océanos.

Esta historia como dijimos va de una sirena que quiso vivir en el mundo terrestre, cambió su mundo marino por el aire de la superficie y lo hizo, por amor.

Hay según dicen, en una de las mas profundas fosas marinas, un enorme palacio, hecho de conchas de mar, con jardines de algas y flores acuáticas que lo adornan en sus paredes.

En ese palacio vive el rey Neptuno con sus hijas y toda la corte que en un palacio hay.

La vida en ese palacio es como la vida en cualquier palacio, desfiles, bailes, banquetes, amplias habitaciones, salones repletos de exquisitas bellezas y jardines cuidadosamente hermoseados por los jardineros que en el caso del mar son cangrejos que con sus pinzas mantienen a raya malas hierbas y hacen filigranas en los arbustos marinos.

Tiene el rey seis hijas que alegran el palacio con sus risas y juegos.

La mas pequeña de todas es quizás la mas tranquila y serena de las hermanas.

Tiene un lugar secreto, tapado por grandes algas en el que guarda lo que considera verdaderos tesoros.

Objetos que caen en el fondo del mar de los barcos que lo surcan; catalejos, trozos de madera con nombres hermosos, tales como "Esperanza" "Brisa Marina", un timón, copas..... pero su mas preciado tesoro es una estátua de un hermoso joven en real postura de triunfo.

La pequeña sirenita visita cada día su escondite y habla con la estatua como si fuera un ser viviente, le cuenta sus temores, y vive ilusionada por conocerlo.

Cómo será la vida en la superficie? se pregunta, qué comeran? cómo respiran si viven fuera del agua? por qué cuando sus casas que flotan en las aguas se rompen se mueren al caer en el mar?

La sirenita se hacia tales preguntas frente a la estatua. 


 

Hasta el momento no había salido de la fosa marina en que vivía, lo tenían prohibido, sólo cuando se tenían las aptitudes necesarias para ello, les era permitido subir hacia arriba.

El mar es peligroso, hay tiburones, cachalotes, orcas y otros animales marinos que con gusto se zamparían a una sirenita con poca maña para escapar de ellos.

Había que pasar, antes de salir a mar abierto, pruebas que indicaran que la velocidad de nado, los giros y coletazos se sabían dar adecuadamente para poder huir, en caso de ser necesario, de cualquiera de esos gigantes que pueblan las aguas.

En cuanto a los seres que habitaban la superficie se comentaban cosas muy desagradables, se decía que tenían unas telas que lanzaban al agua y con ellas cogían peces que según comentaban eran comidos por esos seres de arriba, tiraban al mar todo aquello que ya no usaban, ensuciando los océanos con tales desperdicios, las sirenas mas ancianas y con mucha experiencia, hablaban de esos seres y siempre lo hacían con ejemplos que helaban la sangre.

La sirenita sin embargo ansiaba conocer ese mundo, todos hablaban pestes, todos criticaban, huían de sus casas flotantes, pero ella deseaba ver por si misma, la verdad de esos seres que habitaban la superficie.

Cuando alcanzó el grado otorgado entre el mundo marino para poder salir fuera de la seguridad del palacio, lo primero que hizo fue subir arriba para buscar esas casas en que los de arriba surcaban los mares.

Fue en vano esa primera incursión, nadó y nadó y se alejó mucho, pero no encontró nada.

Lo mismo hizo en los siguientes días. 

Como cada vez se sentía mas segura de sus viajes, poco a poco se fue acercando a tierra. 

Se subía a observar la costa desde las rocas que sobresalían y tomaba aire de arriba, el sol calentaba mucho su cuerpo y se tenía que sumergir a menudo para refrescarse.

Desde esa plataforma podía ver las casas en que los hombres vivían, las pequeñas barcas con las que salían, según les oyó decir, a pescar.

 


Le maravillaba a la sirenita los diferentes colores que en la superficie podía ver, colinas con varios tintes de verde, el cielo que sobre todo aquello lucía un azul perfecto, lleno de grandes bolutas blancas a las que los humanos llamaban nubes.

A medida que pasaban los días fue recorriendo la costa y una mañana divisó un gran edificio parecido en grandiosidad al palacio marino en que ella vivía.

De esas incursiones pudo la sirenita hacerse una idea de todo lo que la orilla terrestre ofrecía.

Estaba la pequeña villa de la que salían los hombres a lanzar sus lienzos para pescar, había una pequeña cala con un edificio al que acudían día tras días los niños y niñas y luego de estar dentro un buen rato salían a jugar a la playa haciendo mucho ruido, risas, gritos, se llamaban entre ellos, luego alguno que otro se quitaba la ropa y se zambullía en la orilla donde las olas rompían y las risas llenaban el aire.

Si supieran, pensaba la sirenita, que la espuma que las olas depositan en la orilla son las sirenas que han fallecido y se convierten en espuma marina.

De alguna manera estamos unidos los habitantes del mar y los de la tierra, se decía.

Y luego estaba el palacio del que divisaba a elegantes señoras con lujosos vestidos, a hombres con trajes de variados colores y relucientes carruajes tirados por animales a los que llamaban caballos.

Todo aquel mundo fascinaba a la sirenita, era todo tan diferente a su hogar.

En una de sus incursiones encontró una de las casas flotantes, de ella salían voces, risas y música, ya estaba regresando a su hogar pues la noche se había echado encima, pero quiso averiguar que ocurría sobre aquellas casas en que los hombres surcaban las aguas.

Se asomó con precaución a la borda.

Los marinos bailaban, cantaban y reían con mucho ánimo.

Los seres de arriba tenían dos piernas, a la sirenita le daba gracia y a la vez le maravillaba ver como se movían con aquellas palas al final del cuerpo, ciertamente nadaban moviendo las piernas pero nunca superarían a una sirena con su cola, que las impulsaba en el agua doscientas veces mas rápido que sus dos piernas.

Pero si podían bailar, saltar y brincar con sus piernas, lo hacían al son de la música y de pronto de una puerta salió un hombre y la sirenita quedó asombrada, era el joven de su estatua, claro mas adulto, mas fuerte y mucho pero que mucho mas guapo de lo que ella veía en la estatua de su rincón secreto.

Se quedó embobada mirándolo.

Los marineros dieron vivas al recien llegado y comenzaron a cantar todavía mas fuerte, uno de ellos se acercó a un lugar y al momento salieron fogonazos que se alzaban al cielo y estallaban haciendo mucho ruido y entonces surgieron ante los ojos de la sirenita lo que le parecieron estrellas que relucían en el cielo y se apagaban al cabo de unos instantes.


 

Era algo maravilloso, jamás había visto semejante cosa en su palacio marino.

Estaban todos tan entusiasmados en la fiesta que ni los marinos ni la propia sirenita se percataron de la tormenta que se estaba formando y se acercaba a ellos a gran velocidad.

El clima es caprichoso y tan pronto es sereno como puede venir una tormenta que en cuestión de minutos cincunda todo.

Así mismo sucedió aquel atardecer, los vientos comenzaron a tener rachas cada vez mas fuertes, las nubes de color blanco fueron tornándose en oscuras y el agua comenzó a caer desde el cielo, primero poco a poco y luego a grandes cantidades.

El cielo bramaba terriblemente, y de pronto un gran fogonazo estalló y una luz recorrió el aire con un gran estruendo.

La sirenita se asustó mucho, jamás había visto semejante cosa en el mar.

Se sumergió y desde abajo podía ver la casa que flotaba a la que llamaban barco balancearse terriblemente a merced de las olas, los marineros corrían de un lado a otro y en un momento la luz proveniente del cielo, ese fogonazo, cayó sobre el palo mayor de la nave y lo partió como si nada.

La sirenita escuchaba gritar a los marineros, y por primera vez vio la sirenita otra cosa que jamás en el mundo marino había visto, el palo al ser tocado por el fogonazo del cielo comenzó a ser engullido por una luz amarillenta que rapidamente se extendió por el barco.

Fuego!, fuego!, oyó que decían los marinos, salvad al príncipe!.

En un segundo todo se convirtió en una locura, los marinos corrían, lanzaban botes al agua, y ellos mismos saltaban al mar y trataban de nadar pero las olas los engullían y los zarandeaban de un lado a otro.

La sirenita estaba aturdida ante todo lo que estaba observando, por un lado estaba asustada, por otro preocupada buscando al príncipe, trataba de ayudar a los marineros caidos al agua y de pronto lo vió, el príncipe cayó al agua, cerca de ella y lo vió hundirse hacia lo profundo.

Inmediatamente se sumergió para buscarlo, sabía que los humanos no lograban sobrevivir en las aguas, lo agarró por detrás y tiró de él hacia arriba .

Lo sacó a la superficie y al sentir que tosía escupiendo el agua que había tragado lo llevó hacia la orilla nadando con gran agilidad.

El príncipe se había desmayado nuevamente y ella como pudo salió hasta la playa arrastrando el cuerpo de su amado para que pudiera recuperarse.

Lo observó y le besó con gran amor para que sintiera su presencia.


 

Estaba absorta con su príncipe cuando oyó a lo lejos gritos y ella corrió hacia el agua para ponerse a salvo.

Se acurrucó en una roca que sobresalía y desde allí contempló a una joven que corriendo se acercaba al príncipe al momento que éste se recuperaba.

La mujer ayudó a levantarse al joven y lo llevó a la casita a la que los niños y niñas acudían cada día.

La sirenita se quedó allí embobada pensando en el apuesto joven, en los labios que había besado y el gozo que sintió en su corazón ella con aquel beso.

Se fue a su mundo marino pero todo había cambiado para la sirenita, la curiosidad que antes sentía por el mundo de arriba se convirtió en auténtico deseo.

Ya nada le entusiasmaba, ya nada la convencía, ya nada le parecía hermoso en su mundo.

El amor se había metido en el corazón de la sirenita y día y noche pensaba en su príncipe.

Sus hermanas la veían y se mascullaban que algo le ocurría a la sirenita, pero ni sospechaban el verdadero pesar que la atormentaba.

Ella era un habitante del mar y el príncipe un habitante de la tierra, su amor era imposible.

La melancolía en que se sumergió la sirenita fue notoria para todos en el palacio.

Trataban de hacerla sonreir, la invitaban a juegos, la llevaban a los jardines para que se distrajera pero nada daba resultado, se entusiasmaba si, pero un momento, en cuanto su pensamiento regresaba al príncipe volvía la amargura al corazón enamorado de la sirenita.

Subía todos los días tratando de buscarlo y quizás si llamaba su atención lograría que se fijara en ella, pero cómo? no puedo salir a su lado, el tiene dos piernas, yo cola de sirena, ni él puede bajar a mi mundo ni yo puedo salir al suyo, este amor es imposible.

Ese pesar la atormentaba mucho, pero un día ocurrió algo que la sirenita nunca hubiera imaginado.

Estaba regresando de una incursión a la superficie cuando se le acercó otra sirena.

De donde vienes bella sirenita? le preguntó


 

Ella se quedó un tanto sorprendida, quién era esa mujer que le salía al encuentro?

Vuelves de buscar a tu enamorado? si querida, lo se, lo se todo, te he estado observando desde hace días, se que vas en su busca, se que lo has salvado de morir ahogado, y él querida, sabe tan siquiera que existes?

La sirenita se sintió incómoda ante aquella señora que la abordaba con sus palabras, quién era esa mujer? cómo sabía tantas cosas de ella si a nadie había comentado nada? es que la estaba vigilando?

Nadó esquivando a la mujer.

Si quieres poner fin  a tu angustia búscame, le alcanzó a decir mientras se alejaba.

La sirenita estaba perturbada con aquel misterioso encuentro, las palabras que le había dicho le rondaban la cabeza una y otra vez.

Quién era esa sirena? acaso la había estado siguiendo sin que ella se diera cuenta? había dicho que sabía como ayudarla o era idea suya?

La sirenita volvió al día siguiente a la superficie buscando a su amado, vigiló en la villa, estuvo un buen rato en la cala y se entretubo mirando en el palacio y su corazón dio un vuelco al verlo aparecer asomándose a uno de los balcones, estuvo un rato el príncipe allí asomado y luego entró nuevamente a la sala.

Quedó extasiada con aquella visión, se acordó de las palabras que la sirena le había dicho, podría realmente aquella señora ayudarla? pero cómo? 

De regreso a su mundo buscó a la mujer, pero no la encontró, ni siquiera sabía donde buscarla, qué tonta había sido, por qué no le preguntó nada? por qué no la interrogó? cómo podía dar con ella si ni siquiera le preguntó su nombre? qué boba había sido.

Estaba en esos pensamientos cuando tras unos arrecifes le salió al encuentro nuevamente la mujer.

Otra vez buscando a tu príncipe? 

Quién eres? qué quieres? cómo sabes....

Que importa pequeña, para que quieres saber mi nombre, lo que realmente te interesa es saber si puedo sacarte de esa melancolía en que te has sumergido.

Realmente puedes ayudarme?

Claro pequeña, no eres la única que acude pidiendo mis favores, tengo remedios para todos los males que aquejan al mundo marino.

La sirenita la miraba aturdida.

Han venido a mi pidiendo fortaleza, riquezas, rapidez, buscando el amor, belleza, oh, todos, todos vienen pidiendo ayuda, y luego se van y se olvidan de que existo, de que han venido pidiendo socorro para sus carencias y yo, yo soy la que les ha escuchado, en fin querida así es la vida.

Pero yo.. empezó a decir la sirenita, yo..

Querida, se que te has enamorado de uno de esos que viven en la superficie, te aseguro pequeña que no merecen la pena, no saben nadar, no pueden sumergirse, no tienen aletas, colas de pez, ni escamas, son endebles, larguiruchos, bah, ni regalados, ni que me los envolvieran en algas de diferentes colores los aceptaría.

La sirenita la miró angustiada.

Ven chiquilla, ven conmigo, tu desespero tiene solución, dolera, te cambiaré tu cola de sirena por un par de piernas de los de arriba, podrás respirar su aire, podrás sentir el calor de la bola brillante y podrás estar cerca de ese humano que tanto te desvaría la mente.

La sirenita sonrió ante aquella maravillosa propuesta.


 

La mujer comenzó a nadar y la sirenita la siguió entre temorosa y esperanzada.

Llegaron a un lugar poco recomendable, estaba lleno de lodo, las malas hierbas crecían sin control y olía como a huevos podridos.

Oh qué desastre tengo todo, un día de estos tendré que ponerme a limpiar, dijo la mujer al ver el estupor de la muchacha.

Entraron en una cueva y allí había cualquier cantidad de conchas marinas con diferentes rellenos de variados colores, el olor era penetrante y fuerte, un gran caldero estaba en una fumarola de la que salían burbujas de agua caliente y algunas gambas y camarones diminutos flotaban a su alrededor.

La mujer le entregó a la sirenita una concha llena de un líquido verdoso y espeso.

Toma, llévate esta poción y tómatela cuando estes arriba, lejos de todos, para que no te vean, tu cola de sirena se transformará en un par de piernas, tienes tres días para que tu enamorado se case contigo y el encantamiento será entonces para siempre, si eso no ocurre...... la mujer se quedó callada pensando en lo que tenía que decir.

Bah, no pensemos en cosas feas, dijo, tu eres hermosa, con tu encanto podrás conquistar sin reparo a ese fenómeno de allá arriba, ay mi niña, no se que le habrás visto pero así es el amor.

La sirenita tomó la concha y la quedó mirando dudosa.

Qué ocurre, le dijo la mujer, tienes miedo acaso? 

No, no, dijo la sirenita, es mi padre, mis hermanas, mi mundo...

Ah, es lo que tiene el enamorarse, hay que renunciar a cosas para obtener otras, así es la vida en el mar, en tu caso el amor te lleva a otro mundo muy distinto al nuestro, no podrás retornar a el si decides subir a la superficie, esta poción te puede dar piernas pero no podrá regresarte la cola de sirena que ahora tienes.

Y bien? estás entonces dispuesta a vivir con tu humano o prefieres quedarte aquí en el fondo de mar?

La sirenita tomó con fuerza la concha y empezó a nadar.

Espera, dijo la mujer con voz ronroneante.

Qué, qué pasa? preguntó ingenuamente la sirenita.

No hemos hablado del precio querida, sabes? todo en la vida tiene un coste, todo debe pagarse, todo querida tiene un precio.

Precio? yo, yo, balbuceó la sirenita.

Oh, por favor, no andemos con menudencias querida, el precio es muy barato, tirado, bah regalado diria yo, si tomamos en cuenta lo que conseguirás, el amor, estar al lado de ese joven apuesto, tener dos piernas, respirar aire de arriba, mira las ventajas pequeña, hay acaso algo que pueda pagar semejante dicha?

Pero, yo no, no tengo.

Tranquila mi sirenita, el precio es simbólico, una bagatela, una nonada, digamos que me entregas tu voz.

Mi voz? se sobresaltó la sirenita.

Bueno, si prefieres quedarte en el fondo del mar, aquí con tus ensoñaciones, mirar a tu enamorado desde las rocas, verlo desde aquí mientras él corre con sus dos piernas, y vive allá arriba ignorante de que lo amas, lejos de ti, fuera de tu alcance.

Está bien, dijo la sirenita, toma mi voz en pago por la poción.

La mujer la miró y haciendo un giro con su mano tomó a la sirenita por la garganta y un suave sonido salió de su boca y algo parecido a un humo de color perla se arremolinó delante de su cara y la mujer tomando el humo con su mano lo guardó en otra concha vacía.

La sirenita asustada nadó hacia la superficie, salió del agua en la playa que estaba cercana al palacio y posándose en la arena bebió el brebaje que la concha contenía.


 

Tardó unos segundos en sentir un terrible dolor por todo el cuerpo, era como si la rompieran en pedazos, quiso gritar pero de su garganta no salió ningún sonido.

Se desvaneció unos segundos y cuando recobró el sentido vio venir corriendo al príncipe hacia ella.

El joven se acercó hacia la muchacha tirada en la playa, la tapó con su chaqueta y agarrándola en sus brazos la llevó al palacio.

La sirenita se había vuelto a desmayar, cuando recobró el sentido se encontró en una gran sala, tumbada en una cama y aturdida se levantó.

Miró hacia abajo y vio sus dos piernas en lugar de la cola que durante toda la vida le había acompañado.

En ese momento entró una mujer y al verla despierta corrió a su lado.

Mi niña, oh, gracias a Dios que estás bien, menudo susto habrás pasado, qué te ha ocurrido? un naufragio quizás, de dónde vienes, cómo te llamas?

La sirenita la miró atosigada por tanta pregunta, quiso hablar pero de su garganta no salió ningún sonido.

La mujer la miró y sentándose a su lado, le dio un gran abrazo y un enorme beso.

Ayudó a vestirse a la sirenita, ciertamente esas telas que se ponían los humanos eran incómodas para la chica, pero eran las costumbres de los de arriba.

Se puso en pie sobre sus dos piernas de estreno y vaya, no resultaba nada fácil moverse, cómo lo harían ellos con tanta agilidad?

La mujer la tomó por la cintura y la ayudó a caminar.

Vamos hija mía, estas débil, casi ni puedes andar, sujétate a mi, ven te llevaremos a comer algo, tienes que estar muertecita de hambre.

Salieron de la habitación y poco a poco la sirenita le fue tomando el tranquillo a aquello que llamaban caminar, se ponía primero un pie y luego el otro, primero uno y después el otro.

Llegaron a un enorme salon con una enorme mesa en el centro, allí estaba sentado el príncipe que al verla venir fue a recibirla con una sonrisa.

Vaya, le dijo, menudo susto nos has dado, cómo estás? qué te ha ocurrido?

Ella intentó responder a sus preguntas pero nuevamente de su garganta no salió ningún sonido.

El la tomó por un brazo y la ayudó a llegar hasta una silla.

La sirenita caminaba que si no fuera por lo trágico de la situación causaría risa, se balanceaba torpemente, tropezaba un pie con el otro, qué dificil le estaba resultando eso de caminar!

El príncipe se sentó a su lado y le puso comida delante.

Ella miró asombrada todo lo que allí se encontraba, frutos, sopas, carnes, asados... no sabía como hacían los humanos para comer, así que tomando con una mano unas cuantas patatas fritas se las metió en la boca y ay! estaba caliente!

El príncipe sonrió ante aquello.

La buena mujer que la había ayudado se sentó a su lado y le fue indicando la corrección con los cubiertos y la ayudó primero con un poco de sopa poniéndole la cuchara en la mano e indicándole la forma de comer con aquel utensilio.

Si algo tenía la sirenita era inteligencia y en un plis se apañó para aprender las costumbres que tenían los de arriba para comer, y por cierto todo cuanto probaba le encantaba.

El príncipe la veía comer con ganas y la miraba curioso, era como si la conociera de algo, aquellos ojos, aquella sonrisa, el pelo, todo le hacía entender que o bien le recordaba a alguien o bien ya la había visto antes en algún lugar, pero dónde?


 

Por la tarde la llevó a los jardines del palacio y caminó con ella, la sirenita se agarraba de su brazo y escuchaba todo lo que el príncipe le contaba, le hacía tantas preguntas, le enseñaba todo, y ella se maravillaba de aquella hermosa situación, de estar a su lado, de las flores, del olor de la hierba, de los árboles y sus hojas, del cielo azul, de las fuentes con agua... todo era tan hermoso.

El joven príncipe la miraba ensimismado, seguía encontrando un aire conocido en aquella muchacha, quién era? de dónde había salido? qué le habría podido ocurrir?

Esa noche la sirenita tardó mucho en dormirse, entre la incomodidad de la cama, lo dificil que le resultaba estar tapada y vestida en todo momento, el uso de las piernas, y por otro lado estaba la maravillosa sensación de disfrute con todo lo que estaba descubriendo en ese nuevo mundo y oh, el príncipe, su fuerza, su manera de cuidarla, el interés que mostraba por ella y su situación, si le pudiera contar, si le pudiera decir...

Se durmió la sirenita a muy altas horas de la noche y soñó alegremente con su nueva vida.

Pero, no nos olvidemos que la muchacha tenía apenas tres días para enamorar a su príncipe y ya había pasado uno de ellos, le quedaban dos días en su vida de humana, la hechicera no le dijo lo que ocurriría al tercer día si no lograba conquistar a su amor.

Cuando despertó el sol brillaba en lo alto, un agradable viento entraba por la ventana y movía las cortinas juguetón.

Se levantó a toda prisa y se vistió.

Salió al pasillo y caminó despacito al principio, con miedo, pero ya dijimos que era muy inteligente y en unos cuantos pasos se sintió segura y bajó corriendo las escaleras que llevaban al jardín.

Buscó al príncipe por todas partes y al no encontrarlo se sentó en las escaleras que llevaban al mismo.

La mujer la encontró allí sentada, oh pequeña, aquí estás, vamos, vamos, tienes que desayunar mi niña, esas ganas que tienes por salir, antes es necesario que te alimentes.

La llevó al comedor y una enorme cantidad de alimentos la estaban esperando, dispuestos en varias bandejas.

La buena señora se sentó a su lado instándola a que comiera, pero la sirenita estaba deseosa por ver al príncipe.

Si, le dijo la mujer, ya se que estás deseando que venga Miguel, ah esas miraditas que le lanzas, quién fuera joven, dijo y suspiró.

Al cabo de un buen rato entró él, y al verla sonrió complacido de encontrarla, venía esta vez acompañado por el rey, su padre que le daba instrucciones y consejos, al ver a la sirenita el rey sonrió y se interesó por ella.

A ver, chiquilla, por fin nos podrás explicar cómo es que has aparecido ante nuestra playa?

La niña majestad no puede hablar, le contestó la señora, o bien es muda de nacimiento o ha sufrido algún daño en la garganta sería preciso que el médico de la corte examinara bien a la chiquilla.

Ella escuchaba la conversación y al mismo tiempo observaba al príncipe.

Bah, dijo el príncipe, el médico la puede auscultar luego, primero tengo que enseñarle a nuestra invitada el pueblo, que le de algo de aire, quizás alguien la reconozca en la villa y nos pueda narrar quien es y de donde viene.

Al instante la sirenita dejó de comer y corrió al lado del príncipe y tomándolo de la mano hizo que se levantara para ir a la villa.

Menudo entusiasmo! dijo el rey al verla, anda, anda vayan a divertirse ambos, pregunta bien, le aconsejó al hijo, trata de averiguar a ver de donde nos ha venido este regalito.

Salieron del comedor y la mujer y el rey comenzaron a hablar.

La verdad majestad que es extraña la aparición de esta chica, aparte de ser muda resulta extraña en su comportamiento, si bien se la ve educada y de buenas formas, se comporta de forma extraña, como si todo le resultara  novedoso, se maravilla ante todo, la ropa, el viento, las cortinas, la cama, es como si hubiera vivido en otro mundo.


 

Bah, contestó el rey, pamplinas, cosas de gente joven, tal vez sea extranjera, de otro país lejano, habrá que averiguar bien para ver si encontramos a sus padres, deben estar angustiados por su hija.

Efectivamente, en el palacio marino, el rey Neptuno estaba  alarmado al saber que su hija pequeña había desaparecido y nadie daba noticias de su paradero, ni siquiera sus hermanas conocían su destino.

Una de ellas, haciendo memoria recordó una vez haber visto a su hermanita dirigirse hacia el bosque de algas.

Fueron hasta allí y descubrieron el lugar secreto, vieron todos los utensilios que había recogido la sirenita y la estatua del príncipe en real postura.

El rey Neptuno muy nervioso por la desaparición envió a toda la corte en busca de la sirenita y preguntando, preguntando por fin supieron que alguien había visto a la sirenita en compañía de la hechicera del mar.

La llevaron ante Neptuno y la hechicera contó el trato que había hecho con la sirenita.

Pero, cómo te has atrevido a semejante cosa, le chilló Neptuno.

Majestad, son tratos que hago con muchos de vuestros súbditos, de qué se me puede acusar? ellos vienen a mi pidiendo socorro y yo les doy aquello que necesitan.

No, no les das lo que necesitan, les vendes la ilusión de que tendrán lo que quieren y a cambio les quitas su esencia, riquezas, perlas, vidas, qué trato has hecho con mi hija?

Bah, una nonada, le di lo que tanto ansiaba majestad, tu hija estaba loquita de amor por un hombre de la superficie y yo simplemente le di la oportunidad de vivir a su lado.

Mientes, le dijo Neptuno, qué le has pedido a cambio?

A cambio? pero es que puede pagarse el amor? acaso tiene precio vivir la felicidad aunque sea unos momentos tan siquiera?

Dime, que le has pedido a cambio?

Su voz, dijo la hechicera con profundidad.

Neptuno mandó encerrar a la mujer y él subió a la superficie para ver si encontraba a su pequeña hija. 

Entre tanto la sirenita pasaba un día maravilloso acompañada del príncipe.

Recorrieron la pequeña villa y conoció a los humanos y su forma de vivir, aspiró los olores del mercado, las hermosas flores que allí se vendían, llenas de perfumes, colores diversos, las diferentes frutas y multitud de cacharros que por todas partes se intercambiaban a cambio de monedas.

La gente reía, cantaba, corría, bailaba, la vida en la superficie era maravillosa.

El príncipe estaba encantado con la compañía de la sirenita, su corazón palpitaba lleno de un sentimiento que hasta el momento le era desconocido, poco a poco en su interior se acrecentaba algo que le inspiraba a cuidar de la muchacha, a darle gusto en todo lo que le pedía, no le encontraba a la chica ninguna falta, ningún defecto, le hacía reir con aquella ingenuidad con que disfrutaba con todo lo que encontraban a su paso.

Ese día pasó tan rápido que cuando vino la noche se sintieron sorprendidos ambos de que uno en compañía del otro no se percataran del paso del tiempo.

Sin duda que el amor había entrado en el corazón del ambos.

Por la noche ya cada uno en su habitación el sueño les estaba vetado pues tanto el príncipe como la sirenita pensaban el uno en el otro y los recuerdos del maravilloso día que habían pasado juntos, les impedía dormir.

La sirenita se asomó a la ventana desde la que podía ver el ancho mar y una gran tristeza le tomó el pensamiento, sus hermanas, su padre, toda su vida en el mar....

El príncipe por su parte también se asomó al balcón y desde allí contemplando la noche serena empezó a darle a la memoria a ver si descubría de donde conocía él a la muchacha que le nublaba el pensamiento.

Así de pronto le vino a la mente aquella noche en la tormenta, el incendio del barco, su caía al agua y la profundidad marina tragándoselo.

Recordó sentirse muerto y el momento pequeño de lucidez escupiéndo el agua que había tragado y en ese momento tan breve fue que recordó el rostro de su amada, salvándolo de morir ahogado.

Fue todo tan rápido, cómo había pasado de estar con ella en el mar a despertarse en la playa?

En esos pensamientos, tratando de dilucidar si fue un sueño o realidad, pasó toda la noche el príncipe.

Neptuno buscaba a su hija por todas partes, subía a la superficie y trataba de encontrarla mirando desde lejos la costa, preguntó a todo ser marino que encontraba y por fin le dieron el paradero donde habían visto a la sirenita por última vez, la playa cercana al palacio.

Al día siguiente, el último de que disponía la sirenita para que el príncipe se le declarara y le confiara su amor, se despertó la sirenita con mucha felicidad, había soñado con paseos y bailes al lado de su amor.

Se levantó ilusionada y bajó corriendo al salón donde estaba preparado como de costumbre un abundante desayuno.

La mujer que desde que llegó a palacio había cuidado de ella la miró sonriente, no mi niña, hoy el príncipe ha tenido que viajar de urgencia, vendrá mas tarde.

Ella sintió tristeza, hizo el gesto de preguntar a dónde había ido?


 

Fue a ver a su madre, le contestó la buena señora, la reina se encontraba visitando a su hermana y pidió que el príncipe la fuera a buscar para que la acompañe de regreso.

La sirenita puso cara de tristeza.

¡Ay el amor!, ésta juventud, vendrá hoy mismo, no te entristezcas, le dijo y se acercó a la chica pasándole la mano por el pelo, vamos come algo que estás mas delgada que la pata de una gallina. 

La sirenita obedeció e intentó comer algo, pero su pensamiento estaba lejos, allá donde el príncipe se encontrara.

El príncipe volaba montado en su caballo, estaba deseando cumplir la misión encomendada, y regresar cuanto antes a palacio, durante todo el trayecto pensaba en su enamorada, el recuerdo de la noche anterior sobre su salvamento, tenía que preguntarle si en verdad ella era la muchacha de su recuerdo, tenía que preguntarle tantas cosas, ah, tenía que contarle a su madre la reina todo lo ocurrido durante su ausencia, la aparición de la chica en la playa, el amor que sentía por ella, todo, tenía que contarle todo a la reina y regresar lo antes posible para estar al lado de su amor.

El rey Neptuno se apostó delante de la playa que al palacio daba y lo vigiló para ver si veía a su hija.

Las horas pasaban y nadie venía a la playa, en el palacio había movimiento, vió salir a aquel joven montado a caballo, luego unos carromatos cargados de viandas que entraban llenos y salían vacíos, algunos soldados montando guardia pero poco mas, estaría allí su pequeña sirenita? estaba perdiendo el tiempo?

La sirenita pasó una mañana aburrida a mas no poder, deambuló por los pasillos, bajó a los jardines pero nada le resultaba divertido, él no estaba a su lado, contaba los minutos, los segundos pensando en su regreso.

La comida fue igual de tediosa, la buena mujer le instaba a comer y el rey sonreía al verla tan melancólica, vamos chiquilla, come algo, le decía, no debe tardar en llegar.

Después de comer se fue a su habitación y se quedó dormida.

El príncipe llegó a casa de su tía y metió tantas prisas a su madre para que se montara en el carruaje que todos quedaron atónitos.

Pero, hijo, a qué tantas prisas, le preguntó su madre sorprendida, es que hay un incendio en palacio?

Madre, tengo muchas cosas que contarte, tienes que conocerla, apareció de pronto en la playa, me salvó la vida, es maravillosa.... todo esto se lo contaba a la vez que metía a toda prisa el baúl con la ropa y la hacía subir a la carroza sin dejarla tan siquiera despedirse de su hermana.

Pero, pero, de qué hablas? qué muchacha? quién?

No le dio tiempo a mas nada, dando las órdenes oportunas la carroza salió a galope y el príncipe igualmente.

La tía, el tío y todos quedaron estupefactos allí plantados frente a la casa al ver el atosigamiento del príncipe, la tía sacó un pañuelo al ver asomar a la reina por la ventana del carruaje y la despidió moviendo el pañuelo en el aire.

La tarde caía cuando la sirenita se despertó y asomándose a la ventana comprobó que en el horizonte el sol comenzaba a descender, salió de la habitación y bajó las escaleras, el príncipe no había llegado todavía, decidió acercarse a la playa para sentir el agua del mar en sus pies.

El príncipe en esos momentos que la sirenita se acercaba a la playa hacía su entrada a toda pastilla en el gran patio del palacio.

Hijo, le dijo su madre, me has traído como si hubiera un incendio, puedes decirme a qué vienen tantas prisas?

Se acercó a ella emocionado y  una cara de ilusión que alegraba solo con verlo.

A trompicones le contó a su madre lo ocurrido durante su ausencia.

Bueno, bueno, le contestó la reina, vamos a ver, dónde está esa muchacha, vamos a verla, ay! tantas prisas!, tanta carrera por una moza!, Jesús! qué cosas!.

Neptuno vio venir a su hija hacia la playa y nadó a toda prisa hasta la orilla, en un primer momento tuvo ganas de darle una buena zurra por haber hecho semejante tonteria de quitarse su hermosa cola de sirena y en su lugar ponerse aquellas dos piernas flacas y debiluchas, pero al momento cambió y su corazón le obligó a llamarla y abrazarla fuertemente contra su pecho.

Qué has hecho pequeña? le dijo.

La sirenita trató de hablar pero señaló su garganta.

Ya lo sé, ha sido una tontería hija, nunca las malas artes son buenas consejeras.

El diálogo se interrumpió al llegar el príncipe corriendo por la playa seguido de la reina y el rey que se quedaron de piedra al ver la escena de la sirenita abrazada al rey Neptuno.

Por unos momentos nadie supo que decir, era una imagen extraña, todos se miraban unos a otros atónitos.

La sirenita sonrió al ver a su enamorado, miró a su padre esperando su aprobación.

Neptuno la observó con tristeza, miró también al joven príncipe y a los padres de éste a su lado con cara de asombro.

Fue en ese momento que el sol se ocultaba en el horizonte, los tres días habían pasado y el brevaje dado por la hechicera dejó de funcionar.

La sirenita se retorció de dolor y allí delante de todos sus dos piernas desaparecieron y se volvieron a convertir en cola de sirena.

El príncipe corrió en un primer momento hacia su amada pero se detuvo asustado al ver lo que estaba sucediendo, la reina lanzó un grito y se llevó una mano a la boca, el rey la agarró por la cintura temiendo que se desmayara, el rey Neptuno miraba angustiado a su pequeña.

Fue todo tan rápido que nadie supo reaccionar.

Allí en la orilla del mar la sirenita se fue desvaneciendo y se convirtió en espuma marina que al momento las aguas con su oleaje llevaban y traían.

El príncipe se postró de rodillas en la playa y lloró por la situación.

Neptuno los miró con gran pena en su corazón y se fue para las profundidades marinas.

Desde aquel día el príncipe baja a la playa todas las mañanas y se mete en el agua, se baña durante largo rato y sus manos pretenden agarrar la espuma marina.

Tal vez la sirenita tenía razón al pensar que de alguna manera los habitantes del mar y los de tierra estamos unidos a través de la espuma de las olas.

Pasaron los años y como todas las historias ésta quedó en la memoria de los que la vivieron y la fueron transmitiendo a las gentes del pueblo.

Muchos cambiaron el final para que no fuera tan triste, pero las historias son como son y no todas acaban bien.

En la ciudad de Copenhagen hay una estatua dedicada a la sirenita.

Una sirena que quiso cambiar su mundo marino por el terrestre y lo hizo por amor.


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