La siguiente historia es una leyenda del norte de España, concretamente de Cantabria.
Una leyenda es un hecho sobrenatural y que se ha transmitido de unos a otros bien de forma oral o bien de manera escrita.
Esta leyenda ocurrió hace muchísimo tiempo en un pueblo llamado Liérganes y según se cuenta sucedió de la siguiene manera:
Liérganes es un hermoso pueblecito de Cantabria al norte de España, en el vivía Francisco con su familia
Un buen día de verano Francisco se fue a nadar con un grupo de amigos.
Francisco era muy buen nadador.
Se quitó la ropa y se zambulló en el agua, sus amigos no tan diestros como él en ese menester se mantuvieron cercanos unos de otros, pero como a Francisco le encantaba nadar se alejó de ellos braceando con gran presteza.
Los compañeros después de disfrutar del baño salieron y se sentaron a la vera del río a secarse, mas Francisco seguía metido en el agua.
Ninguno se extrañó de ello pues sabían lo que gozaba él con aquello.
Pasadas las horas, y al ver que no regresaba ni daba señales de vida y después de llamarlo y buscarlo durante largo rato pensaron que tristemente se habría ahogado, pues allí con ellos habían quedado sus ropas.
Así le informaron a su familia de tal hecho.
Se formaron grupos para buscar el cuerpo de Francisco pero no apareció por ningún lado, pensaron que el cuerpo fuera arrastrado por la corriente del río y lo buscaron por sus riberas pero no lo encontraron, así que la familia se conformó con esa suerte que sufren las personas que no pueden dar sepultura a los seres queridos desaparecidos y viven entre la esperanza de su regreso y un luto que no termina nunca.
Pasados varios años, muy muy lejos de donde había ocurrido la desaparición de Francisco, en la bahía de Cádiz, al sur de España, unos pescadores estaban ejerciendo su oficio de pesca con redes y de pronto vieron a un ser que los asustó a todos, pues era humano, o al menos eso les pareció, pero que al mismo tiempo nadaba tan bien como cualquier pez de los que ellos pescaban.
El ser, tan pronto apareció como desapareció en cuestión de segundos, al día siguiene volvió a ocurrir lo mismo y los pescadores decidieron atraparlo con sus redes.
Comenzaron poniendo trozos de pan en el agua y una vez tras otra al verlo surgir le lanzaban las redes pero fallaban, hasta que al fin uno de ellos logró atraparlo y subirlo al bote.
Sus ojos quedaron abiertos entre espantados y sorprendidos de semejante maravilla, habían encontrado a un hombre-pez, pues era un ser humano joven, corpulento y con escamas que le llegaban desde la garganta hasta el estómago.
Le hablaron, le hicieron señas, se intentaron comunicar con aquel ser pero no hubo manera.

El hombre pez permanecía callado, los miraba y simplemente se mantenía quieto, dócil y sereno.
Lo llevaron a un convento cercano y allí los monjes lo cuidaron.
Intentaron comunicarse con aquel hombre-pez en varios idiomas pero nada, lo único que hacía aquel joven era comer, dormir y permanecer callado y en soledad, hasta que un día y tras mucho afán por parte de los monjes al fin logró balbucear una palabra LIÉRGANES.
La aparición del ser acuático, su pesca por parte de los pescadores y su posterior vida en el monasterio con los monjes fue la comidilla de la comarca.
En la plaza del mercado, en la taberna, en los caminos, de lo único que se hablaba era del jóven pez encontrado en la bahía.
Las historias comenzaron a rondar y unos decían que era un sireno, otros que si un hombre de la antigua atlántida, otros que seguro era un pescador embrujado por algún demonio que lo había convertido en mitad hombe y mitad pez.
Bueno las cosas que se decían, como dice el refrán, el que no corre, vuela, y quien no inventaba una cosa, inventaba dos.
Cuando la palabra que había dicho el hombre pez LIÉRGANES salió a relucir las historias comenzaron a circular todavía mas fantásticas que las anteriores.
Que si era una palabra del maligno.
Que seguro era un idioma de las profundidades marinas.
Que posiblemente la oyera el hombre pez en algún lugar y simplemente la repetía.
Mucho confundió a todos esa palabra y unos a otros la fueron mencionando hasta que por casualidad la escuchó un peón que era también cántabro y en cuanto le narraron el misterio del ser marino pescado por las redes y la palabra en cuestión.

El peón un tanto sorprendido por el cuento y al oir la palabra dijo: pues allá en mi tierruca Cantabria hay un pueblo que se llama igual Liérganes.
El peón fue llevado al convento para que explicara a los monjes la casualidad de que en su tierra hubiera un pueblo con el nombre de la única palabra que el hombre-pez había dicho.
Entonces los monjes decidieron enviar mensaje al pueblo cántabro para enterarse de algún hecho extraño.
Pensaron que tal vez el joven marino ya hubiese estado allí, quizás en ese pueblo lo habrían pescado y se hubiese escapado de sus redes, tal vez circularan rumores entre los aldeanos sobre hombres marinos, peces humanos o alguna cosa semejante, en una palabra los monjes buscaban alguna relación entre su huésped y el pueblito de Cantabria.
Recibieron respuesta y en el comunicado les informaban que el único hecho que pudiera denominarse extraño fue la desaparición de Francisco al que daban por ahogado pero del que no habían encontrado nunca el cuerpo.
Con aquella respuesta uno de los monjes decidió tomar camino con el joven hacia esas tierras del norte, llevaría el muchacho al pueblo para encontrar alguna relación entre el hombre pez y Liérganes.
Tardaron mucho tiempo en llegar, las jornadas se hacían a pie y dormían donde podían, en alguna ermita en mitad del campo, en un establo que el campesino les prestaba o si la noche era serena a ras del suelo.
Faltando todavía un buen trecho pero ya divisándose Liérganes a lo lejos el monje le hizo señas al joven para que se adelantara y para su sorpresa el hombre-pez llegó con toda naturalidad al pueblo y además se presentó con toda firmeza en la que fuera su casa.
En cuanto lo vieron su madre y sus hermanos lo reconocieron al momento.
El pueblo entero se arremolinó ante la casa para enterarse de lo ocurrido.
El buen monje comentó todo la historia, de como los pescadores lo atraparon, de la estadía en el convento, de como se enteraron a través de un peón del nombre del pueblo y por fin de la larga caminada que los había traído hasta allí.
El monje al saber que el nombre del hombre pez era Francisco y que su familia lo cuidaría dejó al chico al cuidado de la familia y él regresó al convento en Cádiz.
Según se cuenta Francisco vivió con total tranquilidad en el pueblo, era dócil, y hacía lo que se le encomendaba pero con total indiferencia hacia todo y hacia todos, no hablaba, solo mascullaba algunas palabras, comía con ganas y luego pasaba varios días sin comer, no mostraba interés por nada y las gentes del lugar terminaron en darle por loco.
Un buen día, nadie sabe por que, Francisco se fue al río, se quitó la ropa y se lanzó al agua.
Nunca mas volvieron a saber de aquel misterioso hombre-pez.
Desde entonces la leyenda sobre Francisco el hombre-pez se mantiene viva y se transmite de unos a otros.
Si algún día visitáis Liérganes sabed que está considerado uno de los pueblos más bonitos de España, tiene un balneario pues su nombre significa lugar junto al río, probad unos dulces riquísimos llamados sacristanes y claro visitad la estatua que le han dedicado a Francisco el hombre-pez de Liérganes.
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