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Dédalo e Icaro





Dédalo era  un arquitecto e inventor griego.

Tenía gran fama en Atenas como escultor, inventor y persona de gran sabiduría.

Su fama era mucha y gobernaba una escuela en la que enseñaba sus artes a los que deseaban aprender con su conocimiento

La hermana de Dédalo dejó a su hijo Talo al cuidado del tío para que aprendiera de éste, pero sucedió que Talo resultó ser mas hábil e inteligente que el propio Dédalo, superando el discipulo al maestro y Talo comenzó a ser mucho mas reconocido y afamado que el propio tío, lo cual envenenó el pensamiento de Dédalo y comenzó a tomarle inquina a su sobrino.

Talo inventó la sierra y el compás.

Dédalo envidiaba los logros que su sobrino tenía en tan poco tiempo y siendo inteligente comenzó a idear formas de deshacerse de Talo.

Estando un buen día ambos en lo alto del templo de la diosa Atenea, Dédalo empujó a Talo al vacio fingiendo un accidente y así olvidarse para siempre de tan formidable rival que le quitaba fama y honor.

Sin embargo la propia diosa Atenea desde el Olimpo al ver tamaña afrenta corrió en auxilio de Talo y lo convirtió en plena caída en perdíz impidiéndo que muriese.

Enterados los atenienses de semejante crimen buscaron a Dédalo para apresarlo y ajusticiarlo.

Dédalo entonces se embarcó con su hijo  Icaro y se refugiaron en la isla de Creta donde gobernaba el rey Minos.

El rey Minos era por aquellos tiempos enemigo de Atenas y aceptó con gran gusto tener en su corte a gente de tan amplios conocimientos como ese gran sabio que era Dédalo.

Enseguida se hizo un hueco entre los asesores de Minos, y alcanzó mucha confianza del rey.

Una tarde Minos le habló a Dédalo.



Has de saber amigo que tengo un gran pesar en mi corazón, y espero que puedas ayudarme.

Dime rey Minos en que puedo servirte y así lo haré.

Hace un tiempo atrás estando en la playa me entretuve en hablar con Poseidón dios de los océanos y llevándome de mi orgullo le dije que era gran soldado, diestro con la espada y valiente como ninguno.

Poseidón entonces me propuso una prueba, me retó a ver si sería capaz de enfrentarme al ser que saliera de las aguas del mar y así probarle mi valor y arrojo.

Accedí aunque con temor pues todos sabemos que los mares estan llenos de monstruos gigantescos y animales fantásticos que incluso desconocen los mas eruditos.

Para mi sorpresa del mar salió un hermoso toro de color blanco, al verlo cai rendido ante la hermosura de semejante animal, tal fue mi arrobo que lejos de matarlo y ante su docilidad lo llevé a las cuadras y allí lo cuidé como mi mayor tesoro.

Poseidón enfadado con mi falta de valor y sintiéndose engañado hizo que mi mujer se enamorara del toro, confundiendole la mente hasta el punto que resulta imposible alejarla de las cuadras pues enferma sin ver al animal.

Desde entonces en mi casa reina la tristeza querido amigo.

Dédalo se puso a pensar en el problema que Minos le planteara e ideó algo, construyó una vaca de madera tan bien hecha que confundió al propio toro y la rondaba como si fuera una vaca auténtica.

La esposa de Minos al ver el ánimo que el toro demostraba por la vaca de madera se metió a escondidas dentro de la misma.

Y sucedió lo que tenía que suceder, el toro y la vaca tuvieron un becerro, pero en vez de un hermoso ternerito al ser hijo de animal y humano surgió un ser horrible mitad hombre, mitad toro, es decir de cintura para abajo era humano y de cintura para arriba toro y le llamaron Minotauro que significa el toro de Minos.

Mantenían al horrible ser encerrado en un cuarto apartado de todo y de todos.

El Minotaruo era agresivo, bufaba y corneaba a los sirvientes que le atendían, nadie podía acercársele y  además para mas terror ese ser en vez de comer hierba como cualquier rumiante comía carne humana.

Como dijimos Creta era muy poderosa y si Atenas no quería ser atacada por el rey Minos tenía que pagarle tributo.

Minos entonces le impuso a los atenienses que todos los años tenían que ofrecerle 14 de sus jovenes 7 varones y 7 hembras, los cuales servían de alimento al Minotauro, desconocían los de Atenas para que usaba Minos a esos jovenes.



Por muy enemigos que fueran los de Atenas en Creta todos estaban horrorizados con el Minotauro y la espantosa forma de morir de aquellos muchachos y muchachas en las fauces de tal engendro.

Ante semejante aberración y por las críticas que sus propios súbditos le hacían Minos pidió una solución a Dédalo y como ya dijimos era un gran inventor y dándole a su mente ideó una construcción con paredes altísimas llena de calles sin salida, caminos que no llevaban a ninguna parte y otros que daban vueltas y vueltas, senderos con recodos y sótanos y en ese enredo del que era imposible salir pues no había forma de orientarse encerraron al Minotauro.

A semejante construcción nunca antes vista le llamaron  el laberinto de Creta.

Cuando en Atenas se enteraron para que usaba Minos a los jovenes que cada año les ofecían como tributo, les entró gran enfado y Teseo hijo del rey de Atenas se ofreció él mismo ese año como uno mas de la ofrenda con la idea de una vez encerrado en el laberinto matar al Minotauro.

Llegado Teseo al palacio del rey de Creta conoció a Ariadna hija de Minos y la muchaha y Teseo se enamoraron, al enterarse Ariadna los motivos que llevaban a su novio a Creta temió por su destino, pues aunque lograra matar al Minotauro le sería imposible escapar del laberinto construido por Dédalo así que se llegó al taller donde Dédalo trabajaba.

Por favor, Dédalo te lo suplico, Teseo es valiente y aguerrido, aunque logre vencer al Minotauro cómo podrá salir del laberinto?

Es imposible, le respondió Dédalo, lo construí de tal forma para que el monstruo que allí encerramos jamás pudiera salir.

Ariadna lloró angustiada ante la perdida si o si de su amado Teseo.

Dédalo entonces al ver su desespero ideó una forma que quizás podría servirle a Teseo para salir del laberinto si lograba vencer al Minotauro.

Le entregó a Ariadna un ovillo de hilo de oro, muy resistente y largo y le dio instrucciones de como debería usarlo su amado.

Teseo acudió a la entrada del laberinto y amarrando la punta del hilo de oro que Ariadna le había entregado fue recorriendo sus calles.

El olor a sangre y la suciedad inundaban todo, de cuando en cuando escuchaba los bufidos del Minotauro y Teseo continuó su recorrido, cuando encontraba un camino sin salida desandaba lo andado y de cuando en cuando llamaba al monstruo para ir hacia donde los bufidos le contestaban.

Cuando lo encontró hizo que el Minotauro lo persiguiera durante largo rato pues Teseo había entrado sin arma de ningún tipo, por fin lo cansó y al verlo desfallecido aprovechó y mató al monstruo.

Usando el hilo de oro fue enrollándolo y de esta forma pudo encontrar la salida del laberinto de Dédalo.

Ariadna emocionada al ver de regreso a su amado se escapó entonces con el y se embarcaron hacia Atenas.

Minos al enterarse de lo ocurrido entró en cólera, Atenas le había plantado cara, ya no le pagarían tributo y además su hija se había escapado con el hijo de su enemigo.

Conocedor de que fuera Dédalo el que ayudó a Ariadna y Teseo en sus planes mandó encerrar a Dédalo y a su hijo Icaro en el laberinto pero cuidando mucho de que no llevaran hilos ni ovillos de ningún tipo pues allá quedarían encerrados ambos hasta el fin de sus días.

Como el Minotauro había muerto a manos de Teseo ni Dédalo, ni Icaro tenían nada que temer salvo vivir para siempre encerrados en el laberinto ya que no había forma de salir, salvo por el propio cielo.

Pasaron allí encerrados mucho tiempo y entonces Dédalo nuevamente haciendo honor a su fama de gran sabio ideó la forma de salir del laberinto.
 
 


Observó la facilidad con que las aves entraban y salían de su prisión sin necesidad de recorrer las calles y recovecos que éste tenía, lo hacían por el aire.

Recolectó entonces Dédalo plumas de diferentes tamaños que las aves perdían al alzar el vuelo y se fabricó unas alas con las plumas.

Las mas grandes las unió con hilo que fabricaba con las hierbas que crecían en el laberinto y las pequeñas con cera de abejas.

Un buen día, con viento propicio Dédalo probó sus alas y al ver que lo elevaban sin dificultad del suelo  hizo otras para su hijo Icaro.

Icaro estaba emocionado, no solo saldrían del laberinto sino que además serían los primeros hombres en volar al igual que las aves del cielo, cómo se vería el mundo desde lo alto?

Su padre le advirtió: hijo, ten cuidado cuando salgamos del laberinto de no acercarte mucho al calor del sol, recuerda que parte de las alas están sujetas con cera.

El día señalado cuando el viento soplaba con vigor padre e hijo empezaron a batir sus alas y cuales verdaderas aves comenzaron a elevarse del suelo.

La ilusión que sintió Icaro era indescriptible, el mundo se tornó así de pronto en algo diferente, una nueva forma de ver la vida se presentaba ante sus ojos, a medida que se elevaba en los aires impulsado por el viento y el batir de alas la visión de todo cambiaba por momentos.

Volar era maravilloso, el aire lo rodeaba todo, el mundo se veía de otra forma desde lo alto, veía el laberinto, la salida, a lo lejos otras islas, el mar parecía no acabarse nunca y el cielo invitaba a disfrutar y subir hacia las nubes que todavía estaban mas arriba de lo que el se encontraba.

Icaro recordó el consejo de su padre pero el sol estaba todavía mas lejos que las nubes qué daño podría causarle si estaba tan alejado?

No recordó Icaro que a pesar de estar tan retirado el sol calienta mucho y baña la tierra con su calor, así que poco a poco los rayos del sol fueron derritiendo la cera que juntaban las plumas y sin que Icaro se diera cuenta fue perdiendo las plumas hasta que irremediablemente ya no lograban sostenerlo en el aire y entonces Icaro cayó al mar.

Batía desesperado las pocas plumas que le quedaban cosidas por hilo, pero no eran suficientes para mantenerlo en el aire.

Dédalo lloró con tristeza  la muerte de Icaro y voló hasta llegar a la isla de Sicilia donde gobernaba el rey Cócalo.

Allí ofreció sus alas como tributo al dios Apolo en su templo, y las dejó para siempre olvidadas.


Minos al enterarse de la fuga de sus prisioneros emprendió una busqueda por todas las islas del mar.

No explicaba su razón a los monarcas que visitaba, comprendía que ninguno querría desprenderse de un hombre tan inteligente como Dédalo y si preguntaba por él sabía que le ocultarían la verdad así que llevando consigo una caracola marina retaba a los reyes que encontraba a un juego.

El reto consistía en enhebrar un hilo desde la abertura de la caracola hasta la parte mas pequeña.

Por supuesto nadie fue capaz de semejante hazaña, era imposible meter un hilo tan fino por las espirales de la caracola.

Todos lo intentaron, todos consultaban a los sabios de sus respectivos reinos pero nadie era capaz de semejante acción.

Nadie excepto Dédalo pensó Minos, por ello cuando se presentó ante el rey Cócalo y le propuso el reto, esperó pacientemente y cuando Cócalo le mostró la caracola con el hilo perfectamente enhebrado Minos comprendió que en ese reino se encontraba refugiado Dédalo.

Fingió mucha sorpresa, cómo has conseguido semejante prodigio? le preguntó.

Mira, le contestó Cócalo, unté con miel la caracola, ate el hilo a una hormiga y esa amiguita fue recorriendo sin problemas las espirales de la caracola hasta salir por el otro lado.

Pero, esto es insólito, dime rey Cócalo qué sabio tienes en tu corte que ha ideado tan formidable razonamiento?

Cócalo sabía las intenciones de Minos así que le pidió que reposara esa noche en el palacio y al día siguiente le presentaría al hombre de gran sabiduría que había resuelto su juego.

Esa noche murió Minos, cuando tomaba el baño en la pileta le echaron tanta agua caliente que falleció en el acto.

Dédalo vivió durante muchos años en la isla de Sicilia, ayudando al rey Cócalo con su saber y conocimientos.

Y esta es la historia de Dédalo e Icaro, los primeros hombres en volar como las aves del cielo.

Si algún día visitais Atenas, Creta o Sicilia recordaros de Dédalo y todas sus creaciones, la vaca de madera, el laberinto  las alas para volar como las aves y por supuesto como enhebró un hilo por los recovecos de una caracola.


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